¿Es Cuba un país violento?

Isbel Díaz Torres

Uno de las cosas que siempre he alabado de Cuba es su seguridad. No obstante, últimamente, al mirar con detenimiento la cotidianidad que me rodea, he encontrado signos de una violencia contenida pero presente.

Es común que los policías cubanos de servicio, uniformados y con armas de fuego, utilicen el transporte público para trasladarse. He comenzado a cuestionarme esa naturalidad con que asumimos la presencia implícita de la muerte. ¿Por qué es eso normal?

Una sociedad civil, no militarizada, no debería soportar tales ataques. La presencia de armas de fuego en un ómnibus representa un riesgo elevado para la seguridad de las personas. Con la llegada del verano, el aumento del calor, y los tumultos en las guaguas, son más frecuentes las riñas. Nadie sabe lo que una persona acorralada es capaz de hacer, y si puede arrebatar un arma a un policía para defenderse, de seguro lo haría.

Muchos de los agentes que abordan armados los ómnibus se caracterizan por su extrema juventud, lo que hace pensar en su posible inexperiencia. Eso es otro factor de riesgo. De hecho, al admitir personas armadas en las calles les estamos otorgando a la ligera una superioridad tremenda, la cual no es siempre éticamente utilizada.

¿Por qué en todas las entradas de la heladería Coppelia hay agentes de la seguridad armados con porras? ¿Es posible disfrutar así del helado? ¿Por qué convivir a diario con la presencia de la violencia, implícita o explícita?

A partir del triunfo revolucionario de 1959, era una consigna que las armas las tenía el pueblo. Eso fue cambiando muy lentamente. Tanto, que no nos dimos cuenta. Hoy la doctrina de “la guerra de todo el pueblo” es solo una consigna vacía y no una estrategia de defensa. Los “especialistas” se han adueñado de las armas, y las ostentan sin pudor por las calles.

Esta mezcla de espacios civiles y militares ha sido una marca de nuestra sociedad. Son bien conocidas las labores agrícolas a que se dedica una inmensa parte del ejército, mientras que cada centro laboral civil, tiene toda una estructura militarizada relacionada con la defensa.

La presencia de armas debería estar muy justificada, para controlar situaciones muy específicas. El mantenimiento del orden es vital en la sociedad, pero añoro el día que ese orden sea procurado por los mismos ciudadanos, a través de mecanismos sociales, sin armas y sin necesidad de órganos represivos.