Una experiencia en el mundo de Pedro Juan Gutiérrez

Irina Pino

rey de la habanaHAVANA TIMES — Acabo de ver la película El rey en La Habana, basada en la novela del escritor Pedro Juan Gutiérrez, no porque la hayan estrenado en las salas de cine, sino porque anda circulando en el paquete semanal, y un colega me la pasó a mi pc.

Confieso que me he quedado con un mal pensamiento, han acudido recuerdos del período especial, cuando conocí a gente del bajo mundo, no sé si me hallaba en el lugar equivocado, lo cierto es que, fue por medio de un amigo, al que le gustaba palpar esos ambientes opresivos.

Existen lugares, donde la degradación moral es el pan de cada día, y las personas sobreviven cometiendo malas acciones, que se suman mientras más se hunden en los delitos. Se acostumbran a vivir en las bajas pasiones, y terminan con desenlaces que los llevan a la cárcel o a la muerte.

Andaba con un amigo gay en los noventa, que tenía buena posición económica, porque tenía familia en el exterior. Muchas veces me ayudó con cosas materiales, y le agradezco aquel gesto, pero a él le encantaba disfrazarse de yuma para conseguir el favor de los chicos. Fingía ser español, imitaba el acento de la Z –, y muchos caían en la trampa; para ellos, él representaba dinero, pacotilla, algo que obtener…

A mí aquello me divertía, pues él tenía al muchacho deseado, y el otro se iba con una prenda de vestir y un poco dinero. Sin embargo, hubo momentos en que estuvimos en barrios poco recomendables y con peligro de ser asaltados o mucho peor.

En cierta ocasión, conocimos a un joven, que nos llevó a su casa, en un barrio de La Habana Vieja. Vivía con un viejo de 70 años, en un cuchitril que daba miedo; el mobiliario lo conformaban una cama hecha de trapos, un cajón asqueroso que servía de mesa, una silla con una tabla encima, la tendedera de lado a lado, para colgar la ropa, un espejo roto, colgado en la pared, y una cocina de luz brillante. Los platos y las cazuelas estaban amontonados en el piso, también pululaban las botellas vacías.

Yo me senté en la silla, y mi amigo junto a él, en la mugrosa cama. Miré en derredor, las ventanas y el techo tenían huecos, rellenos con cartón y yerba; nos contaba que en invierno, se congelaban por el frío, y tenían que poner periódicos encima de la colcha. Al rato, le pregunté dónde podía orinar, me señaló un cubo que estaba en un rincón. Decidí aguantar las ganas.

Cuando indagamos a qué se dedicaba, confesó que hacía sexo por dinero. Aceptaba hasta cinco pesos.

Sacó media botella de ron y nos contó anécdotas personales. Estuvo preso por cinco años, por ayudar a matar una vaca; su familia no quería saber de él, por lo que emigró a La Habana, buscando donde meterse. El anciano lo vio durmiendo en la Terminal de trenes y lo recogió. Nos habló de todo lo que había tenido que hacer para sobrevivir. Una noche el viejo trajo a otro muchacho para que hiciera un trío sexual; después metió a una chiquita de 12 años y le pagó para que lo hicieran delante de él. Hasta un perro estuvo involucrado en sus prácticas sexuales.

Había robado bolsos cuando la cosa estaba mala. Cuando nos conoció, tenía pensado arrebatarle la mochila a mi amigo, pero luego le caímos bien.

Deseaba que el viejo se muriera para quedarse con el cuartucho, y librarse de alguien, que en realidad, le daba asco. Nos dijo –bajo el efecto del alcohol–, que planeaba matarlo con veneno de ratas, lo tenía todo cuadrado con un vendedor. Pretendía echárselo a la comida, como allí se paseaban las ratas por la madrugada, y el viejo no veía bien, quizás se confundiera y echara una porción del veneno en su propia comida por accidente. Sería el crimen perfecto.

Después de escuchar, aquel plan macabro, mi amigo fingió sentirse mal del estómago y decidimos marcharnos. Le regaló al muchacho 30 pesos y dos dólares, y nos fuimos pitando.

 

Irina Pino

Irina Pino: Nací en medio de carencias, en aquellos años sesenta que marcaron tantas pautas en el mundo. Aunque vivo actualmente en Miramar, extraño el centro de la ciudad, con sus cines y teatros, y la atmósfera bohemia de la Habana Vieja, por donde suelo caminar a menudo. Escribir es lo esencial en mi vida, ya sea poesía, narrativa o artículos, una comunión de ideas que me identifica. Con mi familia y mis amigos, obtengo mi parte de felicidad.

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3 thoughts on “Una experiencia en el mundo de Pedro Juan Gutiérrez

  • Ya ves, la realidad aveces supera la ficcion.

  • No he visto lapelíula pero si leído la Trilogía sucia de la Habana del mismo autor cuya novela sirvió de base al filme. Ahí se descrigen cosas que parecen de otro mundo. Peroes que, simplemente, no es nuestro medio y por eso dudamos de su credibilidad. Yo no m desarrollé en ese medio pero sé de los abismos a los que puede descedner e alma humana. Visiten el sitio El Estornudo, de periodismo arrativo, y léanse la Historia de un Paria. Es la misma degradación el mismo horror y amoralidad. Muy triste qe en Cba se extienda cada vez más esa marginalidad.

  • Yo no pude ver mas de 15 minutos de la pelicula, un bodrio.

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