Una boda cubana

HAVANA TIMES – Norka, una amiga me pidió que fuera testigo de su boda, y también que fuera su fotógrafa. A lo que accedí sin poner reparos. Saben que me encanta tomar fotos. Si tuviera una cámara profesional sería feliz.
Cuando pienso en una boda, rememoro lo que sucedió en la mía. Lo primero fue que mi futuro esposo llegó con algo de nota; aquí se le dice nota a alguien que ha tomado unos tragos pero no está totalmente borracho. Se comportó haciendo payasadas. En medio de la ceremonia yo sentía tremenda incomodidad. Por poco no doy el sí.
La luna de miel también resultó un desastre, se aparecieron amigos en la habitación del hotel. Uno de ellos se quedó a dormir con su pareja y dejaron abierta la llave del lavamanos, por lo que se inundó el baño.
En esta boda no ocurrió nada de esto. Los novios tienen una buena relación y estaban locos por firmar los papeles del matrimonio.
No estoy a favor del matrimonio, sólo lo veo como una cuestión legal para no perder derechos. El amor es otra cosa.
Entonces les cuento. Me fui temprano para el apartamento de mi amiga, porque de allí saldría el auto que nos llevaría al palacio. La novia aún no estaba vestida, porque el novio se hallaba allí y no venían a recogerlo, pues se supone que sea el primero en llegar, como es costumbre, y esperar a la que será su futura esposa.
Ella, demasiado nerviosa, no atinaba a entrar en la habitación para prepararse, pues el novio no puede ver el atuendo de la novia. Dicen que trae mala suerte. El vestido le quedaba un poco ancho y le pusieron alfileres en la cintura. Yo aproveché y le tiré fotos mientras la maquillaban.
Al fin el novio se fue, y empezaron a llegar los hijos y los nietos de mi amiga. No es su primera boda, la primera aconteció siendo muy joven. Ahora tiene más de cincuenta años.
Los nietos, de cinco y seis años, empezaron a alborotar y a correr por toda la casa, y luego se tranquilizaron jugando con un celular. La mascota, una gata negra, salía y se escondía huyendo de la gente. Tres celulares cayeron al piso, en menos de dos horas, y a uno se le rompió el protector de pantalla. No sé por qué la familia se pone tan inquieta en la víspera de una boda, pero es así. Creo que yo era la única que estaba calmada.

Había que estar en el palacio antes de las once de la mañana, y el auto vino a las once menos cuarto. Me quedé atónita: era un almendrón verde, enorme. Y nos metimos todos, como pudimos. Los infantes iban cargados encima de las piernas de sus padres. Como es un auto antiguo, yo temía que se rompiera por el camino. El chofer tenía puesto un reguetón para reventarle los oídos a cualquiera. Con disimulo, le pedí que bajara el sonido, porque necesitaba hacer una llamada. Menos mal que me hizo caso, porque íbamos a llegar mareados y con dolor de cabeza.
En el palacio, el notario escribió los datos de los dos testigos. Después les leyó los derechos a los novios. La ceremonia fue corta, era una boda normal, sin votos. Y de nuevo a montarnos en el almendrón. En el retorno había un problema en el borde del asiento, y me tocó sentarme ahí. Llegué con la nalga dormida.
Al regreso, ya sin presiones de tiempo, se puso música, y yo saqué más fotografías de la familia comiendo y bebiendo del buffet. La pobre novia se metió en la cocina para freír croquetas y fregar los platos. Aproveché el momento para captar estas imágenes. Pienso que las fotografías en que no hay poses salen más naturales.
Nota curiosa: cuando repartieron el cake, y ella pidió su plato, el cake se había terminado.
La novia siempre es la que menos se divierte. Después que se saca el vestido, vuelve a la normalidad. Con la transformación desaparece el encanto.
Una nota pintoresca en día de nupcias. ¡Qué divertido! Muy bien relatada esa crónica social.