Un día de paseo con un amigo
HAVANA TIMES – El viernes pasado, me reencontré con un amigo de la infancia. Hace más de diez años que no nos veíamos y decidimos pasar un día entero juntos. Queríamos evocar aquella juventud cuando salíamos a hacer locuras, aquellas caminatas y lo que se suele llamar perder el tiempo. Por supuesto que, ya nada de eso podría recuperarse, y mucho menos repetirse; no obstante, quedan las memorias.
Vino a buscarme por la mañana en su auto. No es un Lada moderno, sin embargo, se ha preocupado por tenerlo en buen estado, y se nota que lo cuida. Claro que, me dice que se le van horas, e incluso días, para poder comprar gasolina, pues en la ciudad se ven largas colas de personas con autos, esperando el turno en las gasolineras, para llenar sus tanques, a pesar de que el precio de la gasolina se ha triplicado. También hay más flujo de transporte estatal y de particulares.
Lo primero que hicimos es ir al Monte Barreto, un lugar que luego bautizaron Parque Ecológico, cuya extensión abarca 15 hectáreas, y está ubicado en el Municipio Playa, saliendo de la Avenida 7ma y llega hasta 82. Es un entorno natural muy hermoso, con árboles y especies endémicas y locales. El gran error fue construir allí tres restaurantes. Ya aquella tranquilidad no existe.

Lo que queríamos era sentarnos bajo la sombra de los árboles, disfrutar de la armonía y el verde del paisaje, y sobre todo escuchar a los pájaros. A ambos nos encanta la paz y el aire limpio.
Contrariamente, nada de eso fue posible, en el restaurante cercano ponían una música (que no es música), a todo volumen y con una letra plagada de groserías. Las luces del local, que es una especie de rancho, estaban todas encendidas, y el local vacío; solamente tres trabajadores sentados sin hacer nada.
Al rato, decidimos marcharnos, queríamos comer algo y en ese sitio sólo tenían cerveza a 300 pesos.
Fuimos al restaurante Yang Tsé, en el Vedado. Había una mesa ocupada por tres hombres, conversando animadamente y tomando cerveza. Allí hace décadas que no venden comida china, nada más que maripositas y arroz frito.
Hicimos el pedido. La camarera nos trajo bistec de cerdo y arroz. Un plato que no habíamos ordenado. La mujer estaba lela y ni siquiera escribió la orden.
Luego quisimos probar las dichosa maripositas y el arroz frito. Ambos platos estaban mal confeccionados. Las maripositas sin la salsa agridulce, sino hecha con una pasta asquerosa de no se sabe qué. Y el arroz frito era con pedacitos de puerco y col. Lo único que valió la pena fueron las jarras de cerveza fría.
Después se nos antojó ir a la heladería en los bajos del restaurante, pero el local lo habían alquilado para una actividad de un centro de trabajo. En fin, terminamos en la heladería de calle 12.

Se repite la escena, una sola mesa ocupada. Hacemos el pedido, y la empleada nos advierte que el helado está flojo, tienen problemas de refrigeración. El helado que venden allí es artesanal y no es malo.
Otra vez, la camarera trae los sabores que no pedimos, y una especialidad de más. Unas bolas de helado paupérrimas, sin unas galleticas ni bizcochos. Realmente dan pena.
Asumimos que la camarera no tiene papel para tomar la orden, y su memoria es muy jodida además.
Después de todas aquellas vicisitudes y malas ofertas (que no nos sorprenden en absoluto), sacamos una conclusión: en los establecimientos estatales hay una crisis general, comida mal hecha, sin ingredientes, y precios caros. Por eso nadie va a consumir. Son el reflejo de la ruina económica y moral del país.
Al fin, terminamos el día en mi casa, mi amigo compró una botella de vino, pan y queso en una tienda particular. Quedamos en vernos otra vez, aunque para la próxima cocinaríamos juntos. Algo más práctico y más barato.
Hola Irina ,muy bueno tú artículo, reflejas la realidad , esos establecimientos hace años no funcionan, para mi nunca funcionaron
¡Qué maravilla! Tenía un compañero de trabajo en los años noventa del pasado siglo XX, quien ocasiones similares siempre decía: «Cuba es un gran país. Esto nada más pasa en Cuba», lo cual, era verdad.