Un cuento sobre comadrejas buenas y malas

Por Irina Pino

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Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES – El 41 Festival de Cine Latinoamericano de La Habana esta en pleno desarrollo, y las salas bullen de público. Se ven largas colas en los cines capitalinos, como si la gente no trabajara o dejara de hacerlo para dedicarse a ver películas.

Para muchos es una fiesta, por el deseo de ver cosas diferentes al cine comercial estadounidense que nos meten a cucharadas en nuestra televisión nacional; otros buscan una manera de encontrarse con amistades para compartir la afición por la sala oscura.

Confieso que la mayoría de las veces que voy a ver una cinta del festival me predispongo y espero temáticas deprimentes; sin embargo, ayer asistí al cine Chaplin y vi la cinta del director Juan José Campanella, el mismo que realizó El secreto de tus ojos. Con semejante carta de presentación no podía dejarla pasar.

El cuento de las comadrejas es un remake de Los muchachos de antes no usaban arsénico (1976). Fue coescrita, producida y dirigida por Campenella. Es la historia de una hermosa estrella de cine en los años sesenta, su esposo es un actor de segunda, un guionista, y un director de cine retirado. Todos ellos conviven en una vieja mansión con tiranteces emocionales…, cuando de pronto irrumpe una pareja de jóvenes y trastocan la vida rutinaria que llevan.

Al llegar, los intrusos se deshacen en adulaciones, conocen todas las películas de la diva al dedillo, a la vez que demuestran su admiración por el guionista y el director que impulsó a la actriz al estrellato. Pero en realidad maquinan un plan diabólico para quedarse con la propiedad.

Comienza aquí una lucha en la que ganarán los que tengan más astucia. Los ancianos contra los jóvenes, la experiencia contra el materialismo moderno.

Se destaca el uso de animales e insectos: comadrejas, ratas y araña, que funcionan como pequeñas metáforas aleccionadoras.

Aunque llena de clichés, esta comedia de humor negro deleita con las actuaciones de Graciela Borges, Oscar Martínez, Marcos Mundstock y Luis Brandoni, este último muy recordado en Esperando la carroza. Aquí tiene un desempeño encomiable, en la dualidad de un actor frustrado y un marido amoroso, que nos hace reír con solo ver la expresión de su rostro.

El filme es un homenaje al cine de la década del 60, a esa nostalgia por los dramas humanos, en los que no faltaban las producciones intrascendentes.

Lo que lastra el largometraje es su duración, pudo ser más concreta en revelar los misterios que envuelven a sus héroes y heroína. Se nota el abuso con diálogos demasiado machacantes, repletos de juego de frases, como si estuviéramos ante una obra de teatro; lo cual les resta frescura a los personajes masculinos.

Asimismo, se hace previsible cerca del final, aunque logra su cometido: dejar al espectador conforme. Otro detalle: el público lo premió con calurosos aplausos.

Pienso que vale la pena disfrutar de las realizaciones de Argentina, un cine entre los mejores de Latinoamérica, y esperar por otras sorpresas en el festival.

Irina Pino

Irina Pino: Nací en medio de carencias, en aquellos años sesenta que marcaron tantas pautas en el mundo. Aunque vivo actualmente en Miramar, extraño el centro de la ciudad, con sus cines y teatros, y la atmósfera bohemia de la Habana Vieja, por donde suelo caminar a menudo. Escribir es lo esencial en mi vida, ya sea poesía, narrativa o artículos, una comunión de ideas que me identifica. Con mi familia y mis amigos, obtengo mi parte de felicidad.

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