Un club para el amor y la amistad

Irina Pino

Foto: Juan Suárez
Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES — Ana es una mujer de más de sesenta años, la soledad y el desamor le provocan deseos de búsqueda constante, alguien con quien compartir. Ella acude con regularidad a un restaurante donde se reúnen personas solteras que necesitan compañía. Este es el tema de una película de Charlotte Rampling que vi hace poco.

Me pareció interesante contarle a la trama a Francis, –una fan a la música rock, y compañera de aventuras–, incluso le presté la película días después. A los tres meses me llama por teléfono y me dice: oye tengo un negocio, es ilegal, pero estoy haciendo algo de dinero y también hago feliz a la gente.

Esto me dejó algo intrigada, pues la conozco y sé perfectamente que ella no se metería en un negocio de abrir una cafetería o restaurante, porque sencillamente, no posee la cabeza que se requiere para este tipo de actividad. Entonces me sorprendió, diciéndome que su hijo, que es profesor en una universidad en los Estados Unidos, le había enviado un dinero para comenzar el negocio.

Su casa es antigua, con una amplia terraza, fresca y rodeada de muchas plantas. Dicha terraza es interior, detrás no hay vecinos, sino muchos árboles en un pequeño bosquecillo, por lo que está alejada de toda mirada indiscreta. En este lugar se dan fiestas los viernes y sábados al atardecer. Se pone música y hay bebidas.

Eso no tiene nada de nuevo; lo mejor es que ella ha creado una suerte de banco de datos con las características de la gente que se ha asociado a esta especie de club del amor. Se envían por correo electrónico: descripción física, gustos en cuanto a música, hobbies, preferencias sexuales, películas, libros y signos zodiacales.

Con todo esto se arman grupos, que determinado día coinciden en toda esta aventura de conocerse y compartir gustos comunes o parecidos. Se abonan 15 pesos al entrar y las bebidas se cobran aparte.

Al enterarme de esta maravillosa idea, quise constatar la experiencia. Le di todos mis datos. Me citó luego para un viernes. Cuando llegué todo estaba radiante, había sillas, butacas, bancos, y para los que no alcanzaran, cojines en el piso. Olor a incienso, mesas con bebidas y refrescos.

La música, por supuesto, era rock de las décadas del sesenta y setenta. Pero lo más curioso fue que el lugar pronto comenzó a llenarse de gente, personas de diferentes edades, desde los veinteañeros hasta los que se acercaban a los cincuenta años. Algunas personas iban vestidas elegantes, otras más sobrias, pero en general de muy bien ver.

Conversé y bailé con muchos, la gente se veía contenta y charlaba con simpatía. Bailaban, se movían como tocados por una varita mágica, con sus propios egos exaltados, –pero en el mejor sentido–. Se notaba que se sentían a plenitud.

No sé de qué manera continúe este club del amor, pero lo que observé aquel día fue gratificante; una forma de llenar la soledad en un mundo que cada día es más vertiginoso, despiadado; que se alza con falsos valores proclamándolos como únicos; que celebra la juventud, la belleza, la riqueza material, como el rasgo más importante del ser humano, y aísla la madurez con desprecio.

Pero el deseo de conocer a otros, de amar, de hacer el amor, de compartir cosas, hasta de hacer amigos, siempre se mantendrá latente en la sociedad, es inútil silenciarlo.

En este micro-mundo, se producen cercanías, se da rienda suelta a lo que me gustaría nombrar: la cordialidad de los sentimientos.

Irina Pino

Irina Pino: Nací en medio de carencias, en aquellos años sesenta que marcaron tantas pautas en el mundo. Aunque vivo actualmente en Miramar, extraño el centro de la ciudad, con sus cines y teatros, y la atmósfera bohemia de la Habana Vieja, por donde suelo caminar a menudo. Escribir es lo esencial en mi vida, ya sea poesía, narrativa o artículos, una comunión de ideas que me identifica. Con mi familia y mis amigos, obtengo mi parte de felicidad.

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11 thoughts on “Un club para el amor y la amistad

  • Hizo un club de solteros. Ese es un buen negocio siempre que la coordinación mantenga un balance por sexos y grupos de edad. Me contaba un amigo que luego de completar la inscripción a uno, cuando fue a la primera actividad había como 30 hombres y sólo 2 mujeres.

    Para hacerlo legal en Cuba debería buscar una licencia de bar, discoteca o algo así. Sólo que en esa hay condiciones de entrada.

  • Irina,

    La palabra “animosidad” significa un sentimiento de hostilidad o antipatía, no un estado anímico exaltado o intenso.

    Pasando a algo más significativo: creo que al final buscas fajarte con un ogro que no existe. La tendencia hoy día no es “silenciar” o suprimir este tipo de encuentro que describes, sino todo lo contrario. Existen inumerables agencias y plataformas de Internet diseñadas para propiciar estas relaciones, para distintas edades, grupos étnicos y hasta comunidades con intereses o prácticas muy específicas. Es una industria millionaria que para nada se favorece del aislamiento y la soledad individual. Existen incluso mecanismos que son gratuitos, que ponen en contacto a personas, y centros culturales que se brindan o son utilizados como espacios para tales encuentros, y que no cobran nada.

    La respuesta de la sociedad al desamor y descomunicación que de algún modo ha parido con sus relaciones “enajenadas”, para darle un giro miltante a esto, ha sido justamente esta que celebras, no la de barrer las cosas debajo del tapete o insistir en esquemas como la familia, la tradición, etc. Acaso es lo que se hacía mucho tiempo. Hoy el discurso es el contrario: el sistema mismo nos interpela a hacer este tipo de busqueda, a no quedarnos en casa o tranquilos, a “descubrirnos” y estar en un estado de “fluidez identitaria”.

    Por tanto, creo que tu critica está mal dirigida…no hay una ausencia de estos espacios de encuentro, sino una falta de busqueda de las razones profundas del sentimiento de soledad y aislamiento que muchos padecen.

  • Exactamente Irina, es un club de solteros, tremenda buena idea, y ojala que tenga exito y que surjan muchos más.

  • Como dice Markus Wolf hay muchos incentivos para salir de la casa a conocer gente. Cosa que la llamada “mano negra” del mercado ha propiciado sabiendo que es un nicho apetecible con ingresos estables y sin responsabilidades de niños chiquitos.
    No se trata sólo de los clubes de solteros, también hay paquetes de viajes para grupos, discotecas para tembas con sus días de lady’s night, páginas web de encuentros.
    Claro, que eso se puede hacer en una economía donde la iniciativa empresarial no este atada a una lista de oficios permitidos.

  • Irina, ¿y como uno llega al club?, ¿tiene algun sitio web o alguna direccion de e-mail adonde escribir?… no me dejes embullado y sin saber cómo entrar en el club (quizá te pueda sacar a bailar? ;-)))

  • Irina:
    De hecho, en los años ochenta ya hubo al menos una iniciativa para Club de Solteros. Recuerdo que lo publicó la fenecida, y por entonces muy popular, revista Opina, que recogía declaraciones de su principal organizadora, una profesora de idioma ruso, graduda del Instituto Máximo Gorki (hoy ISPLE) de la Habana. No tengo idea de qué paso después con el proyecto.

  • Conocí también un Club de Solteros a finales de la década del 80 y principios del 90 que regentaba el periodista Pepe, de la emisora COCO. Tremendas actividades y que cantidad de parejas salieron de esa hermosa iniciativa. Muchos recordarán las fiestas de ese club en los círculos sociales

  • Oye, eso suena bien. Aparte de eso, me gusto tu post. Muy refrescante.

  • Hola Irina, me gustaria q me enviaras los datos de ese club, ya que estoy interesada en participar.
    Leo siempre tus articulos y me gusta tu forma de expresion. Yo tambien escribo algo de vez en cuando.

    Un saludo afectuoso

  • ¿Qué hago para pertenecer al club?

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