Tres relatos salvajes

Irina Pino

Las casas del barrio El Fanguito desde la altura. Foto: Kaloian/cubadebate.cu

HAVANA TIMES — En 2014, la película argentina Relatos salvajes conquistó varios premios en el Festival Latinoamericano de La Habana. Esta cinta resulta un extraño divertimento para los espectadores, que ven moverse los hilos de la violencia, y solo tienen dos alternativas: la carcajada o la antipatía hacia los personajes.

En cualquier sitio, sea porque nos los contaron o simplemente por ser testigos directos, nos enteramos de hechos donde el ser humano actúa por su propio interés y daña a los demás. También en Cuba tenemos nuestros propios Relatos salvajes.

A Oscar lo timó una supuesta empleada de la embajada de los Estados Unidos, otrora SINA. Esto le sucedió a mucha gente, incluso el episodio fue versionado en la serie televisiva Tras la huella.

Se la recomendó una amiga del curso de Yoga. Tuvieron con ella tres o cuatro reuniones en su apartamento, donde le entregaron la documentación requerida. Parecía una profesional y conocedora de su trabajo. Al final, ella les pidió la suma de dos mil CUC, para agilizar los trámites de salida definitiva de toda la familia. Luego, apenas trascurridos dos meses, fueron al apartamento y se hallaba deshabitado. Nadie en el barrio la conocía. Se desapareció con el dinero, los estafó.

Muchas cubanas han sido seducidas por extranjeros bajo la promesa de un matrimonio por amor, sin embargo, los fenómenos demuestran la exposición al peligro a que son sometidas. Norys, de 23 años, se la pasaba chateando por Internet, y conoció a Hans, un atractivo alemán de 42 años. Estuvieron comunicándose por varios meses, hasta que se apareció de sorpresa y empezaron a salir. Muy amable, se preocupaba por ella y le daba dinero para sus gastos.

Luego, quiso conocer a su madre y a su abuela para pedir su mano. Se casaron y se reunió con él en Berlín. Los primeros meses pasearon y le compró ropa, la llevó a restaurantes, a lugares bonitos… Después le dijo que tenía que trabajar para él y pagarle lo que había gastado en ella, que le iba presentar a unos amigos suyos para que me acostara con ellos. La chica, por supuesto, tenía que darle todo el dinero que ganaba. Estaba triste y deprimida porque no hablaba alemán, solo un poco de inglés; tampoco podía confiar en nadie. Pero en medio de su desgracia, uno de aquellos amigos de su esposo se compadeció y decidió ayudarla, pagándole el billete de regreso. Tuvo que abortar en Cuba, pues no sabía quién la había embarazado.

Yuneski, un joven del barrio El Fanguito, fue agredido en una fiesta, de las que hasta hace poco se hacían en plena calle. Estaban tomando bebidas alcohólicas y oyendo reggaetón, con unos amigos, cuando un grupo de muchachos comenzó a mirarlo de forma provocativa, entonces uno de ellos se le acercó y le metió un navajazo cerca del intestino. El herido se lo sacó, y fue directo hasta su agresor, clavándole el mismo cuchillo en el pulmón. Es increíble, pero ambos lograran sobrevivir. Todo esto sucedió por una estúpida apuesta.

En las sociedades modernas, las personas se familiarizan con estos hechos de manera fría y normal; la violencia, el engaño, los actos lesivos, fomentan sentimientos que denigran la condición espiritual del ser humano, demostrando que las fieras solo matan por instinto de sobrevivencia, mientras que a las personas las mueve el egoísmo, la falta de moral, de ética, pero, sobre todo, de amor por el prójimo.

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