¿Qué hacer durante los apagones?

Por Irina Pino

HAVANA TIMES – He visto un video muy divertido de un yotuber, sobre qué hacer durante los apagones en nuestra isla. Y, por supuesto, también quiero hacer mi propio aporte, ¿por qué no? De todas maneras, es válido lo que cada cual haga con su tiempo.

Me he dado a la tarea de llamar todos los días a las ocho de la mañana a un número de la Empresa Eléctrica, y usualmente sale una voz femenina, muy amable (nunca masculina, pues parece que no hay telefonistas hombres); a la cual me dirijo con respeto, para preguntar a qué hora sucederá el corte eléctrico.

Así planifico, si me dejan cocinar en la olla reina, y si puedo usar la lavadora. Con esta práctica el apagón no me atrapa desprevenida. Como reza el refrán: “Guerra avisada no mata soldado”.

El último colapso energético, de 48 horas, fue algo sorpresivo, porque ese día era corte energético, por déficit. Por lo que no me preocupé y me puse a leer con la lamparita-linterna una biografía de Katherine Mansfield, una escritora neozelandesa que admiro mucho.

A las doce de la noche una amiga me escribió que había colapsado el sistema eléctrico y era general, o sea, en toda Cuba.

No me preocupé tanto, porque esa mañana había puesto el motor del agua del edificio y el agua nos duraría bastante. Tampoco pensé en comida que se iba a echar a perder, porque mi congelador sólo tenía dos postas de pollo, que puse a hervir rápidamente y las preparé para el almuerzo.

Hay casos, gente que no se siente mal, porque han comprado plantas eléctricas, que algunas funcionan con gasolina y hasta con gas. Pero hay que disponer de suficiente dinero.

Mi hijo y una amiga de Santa Clara, que estaba pasando unos días con nosotros, se fueron a cargar todos los celulares al apartamento de otro amigo que tiene una planta energética. Y luego se fueron a un negocio privado a jugar dominó y tomar cervezas. Allí también tienen planta de energía. Los jóvenes siempre resuelven con entretenimientos.

Me quedé sola con mi gato, y nos fuimos para la azotea. Nos quedaban las estrellas. A ellas nadie les puede quitar la luz. Allí estuvimos un buen rato. Luego nos acostamos a dormir.

Cuando hay largos apagones durante el día, como no puedo usar la laptop, porque tiene que estar conectada a la electricidad, pues la batería ya no sirve; lo que hago es leer, al menos dos o tres horas. Ya he perdido la costumbre de escribir a mano, aunque si tomo notas en una libreta.

Igualmente, me voy a la costa a mirar el mar, y me llevo el libro conmigo. Puede que haga una larga caminata hasta el Parque Almendares y me siente a mirar el río, sus aguas tranquilas.

Si quiero ir más lejos, voy a hacer una estancia en el Bosque de La Habana, subo hasta el área donde hay unos arcos. Desde allá arriba puedo observar el río y la vegetación.

Casi siempre veo un par de ardillas que se la pasa recorriendo las ramas de los árboles. Ambas suben con tremenda facilidad a las más altas. Es un espectáculo hermoso ver lo poco que necesitan para subsistir. Seguro, si existe la reencarnación, me gustaría ser una ardilla.

No hay que angustiarse, me dice Kay, una amiga que vive en Cojímar, la ciudad marina. Cuando sucede el apagón, y ese día no le toca trabajar, ella se dedica a recoger esqueletos marinos y conchas, para hacer artes manuales. De ahí salen aretes y sonajeros. La artesanía es una labor que requiere de mucha paciencia.

Ella es feliz observando a sus dos perros mientras juegan en el patio, y a una rana que vive en un pequeño estanque, entre plantas. Se integra a la Madre natura y sufre menos. Si total, los indios nativos nuestros no tenían electricidad y andaban en taparrabos. Comían casabe y se orientaban por las estrellas.

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