Nuestra vida precaria
Por Irina Pino
HAVANA TIMES – Mi lavadora tiene 23 años, la edad de mi hijo, ya pide a gritos que se la sustituya, pues su vida laboral llegó al sobre cumplimiento, pero esto en un país como el nuestro no significa nada, pues cuando los electrodomésticos comienzan a morir hay que buscar alternativas llevándolos a técnicos particulares, porque los talleres estatales no tienen piezas.
Entregarlo a manos desconocidas, resulta riesgoso porque no sabes si la pieza que te han puesto te va durar, o si te han canibaleado (quitado una pieza poniéndote una vieja), por lo que hay que buscar personas decentes, recomendadas por amigos.
Comprar un equipo nuevo requiere tener una tarjeta con bastantes MLC, una lavadora de marca Samsug puede costar más de 400, y un ventilador de 50 en adelante.
El MLC es una moneda invisible que nadie gana, al igual que su antecesor, el CUC, creado en 1994. Ambas monedas no se equiparan con el dólar, el euro, ni ninguna otra, porque solo funcionan en Cuba.
Da vergüenza ver como las tiendas en pesos cubanos están vacías, mientras que, en las tiendas en MLC hay comida, perfumería y artículos del hogar como platos, cazuelas, termos, espejos, muebles, latas de pintura y otros.
Particularmente, cuando tengo algún dinero en mi tarjeta, lo empleo en cosas imprescindibles, ya no pienso en decorar, ni siquiera en el espejo que necesito. Hemos llegado al límite de la sobrevivencia, ajenos al confort.
En los años sesenta, cuando nací, había una crisis, mi primer biberón fue una botella de cerveza con una tetera. Cuando arribaron los ochenta hubo un alivio económico en el país, aún recuerdo aquellas maravillosas compotas de manzana que vendían en los supermercados. Y luego, al caer el bloque socialista, vino el Período Especial, con apagones y miles de carencias.
Quizás se rían al decirles que mi desayuno consistía en un vaso de agua con azúcar prieta, y un pan. Nadie me puede hacer un cuento, porque he conocido cada una de estas etapas.
Al presente, las penurias se multiplican en todos los órdenes, ya sea alimentos, medicinas, etc. Esto sumado a los precios, que ya adquieren niveles astronómicos.
Es como si viviéramos dentro de una película del oeste, donde solo sobrevive el pistolero más rápido. En este caso, la pistola es la billetera más abultada.
Un centro nocturno en mi barrio
Quería comentarles que hace poco se reinauguró el Johnny, el centro nocturno de Miramar, que tuvo fama en el siglo pasado.
No les miento si les digo que entrar cuesta mil pesos, y cuando hay actuaciones de grupos o solistas en vivo, una mesa tiene el valor de 35 mil, donde se incluyen botellas carísimas.
Se cambió toda la estructura interna, antes tenía un diseño original: una rampa, tres niveles, el bar a un nivel más bajo que el piso, la pista de baile, y arriba las mesas. La música que ponen ahora es salsa, reguetón y electrónica.
El trabajo se hizo en tiempo record, nunca vi que se parara por falta de materiales de construcción. Entonces deduzco que este lugar lo maneja alguien con relaciones y poder monetario.
Ahora yo me pregunto, ¿quiénes pueden venir al Johnny sin que el bolsillo se les quede vacío?
Los trabajadores me han dicho que el local es privado, pero no conocen al dueño (o mienten), así ha sucedido con establecimientos estatales que se arrendan para negocios privados, no obstante, el método de asignación es el gran misterio.
el johnny pertenece a algun bandolero de la sierra, o un hijo, o un nieto del mismo. delincuentes de siempre, se robaron el pais, no lucharon para mejorar la nacion sino para servirse de ella. una revolucion de delincuentes, con el delincuente en jefe como mayor ladron de todo.
Irina siento mucho lo del Jonny ese club tenía una distribución muy original y acogedor el diseño de los años 50, eso que me cuentas es de muy mal gusto, es una lástima.