Misterio develado, no muy tarde

Irina Pino

HAVANA TIMES — En la época que estudiaba en la escuela de Hotelería y turismo, una compañera de curso y yo, solíamos salir con dos muchachos de Oriente, íbamos a fiestas, a caminar por La Habana Vieja, en fin, nos volvimos inseparables. Pero en lo referente al sexo, nunca lo hicimos; caricias, abrazos, besos, apretones, solo eso compartíamos con ellos.

Una vez, sin embargo, traté de sonsacar a Pablo, el que tenía maneras más suaves y se proyectaba con más espiritualidad. Me encantaba porque era inteligente, sofisticado, leía mucho, pero sobre todo, nos unía el gusto por la música clásica, y siempre buscábamos la oportunidad para escuchar la emisora CMBF, donde se pone esta clase de música.

Aquella tarde quise desabrochar la portañuela de su pantalón y el chico me sujetó las manos con firmeza, entonces lo noté confuso, nervioso, asustado. Enseguida me cambió los planes diciéndome que quería invitarme a comer a un restaurante donde hacían una excelente comida.

Luego, a la segunda sugerencia de que hiciéramos el amor, me dijo que era virgen y que debíamos esperar unos meses a compenetrarnos mejor, ya que él era una persona que tenía fuertes sentimientos y creía que yo podría ser su media naranja.

Confieso que su proceder me dejó conmovida, y le hice el comentario a mi compañera de aula. Ella se rió en mi cara, y expresó de manera soez que seguramente Pablito tenía el pito pequeño y tenía complejo de que yo se lo viera.

Pasó un tiempo y ocurrió que tuve que dejar la escuela, en uno de mis primeros posts hablé del hecho que me obligó a dejar de estudiar en dicho centro estudiantil. Pero lo importante es que nunca tuvimos relaciones sexuales. Aunque Laura tampoco lo logró con el otro.

Hace poco, mientras disfrutaba mi estancia en el Submarino Amarillo, local que frecuento algunos fines de semana, me encuentro sorpresivamente con mis ex compañeros, que dicho sea de paso, ellos fueron los que me reconocieron a mí y me convidaron a su mesa.

Pablo y Ernesto, cincuentones y con canas, me confesaron que eran pareja desde jovencitos, desde aquella lejana fecha que salíamos en grupo. Homosexuales declarados hoy, que sin tapujos me expresaron su amor compartido.

Quedé alelada con la noticia, no obstante bailé muchísimo con los dos y me divertí.

Ya en la casa, pude atar cabos: ellos se miraban siempre de una forma particular, se abrazaban efusivamente cuando bebían de más, se consultaban todos los detalles, y pocas veces se contradecían frente a dos chicas de 21 años.

 

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