Mis nuevos vecinos de Riomar

Nuevos vecinos.

Por Irina Pino

HAVANA TIMES – El edificio Riomar es uno de los más fascinantes de Miramar, está ubicado en 1era y A. Su parte frontal, da un costado de mi apartamento, que es interior.

Su glamour data de la década del cincuenta del pasado siglo. En varias ocasiones he hablado de este inmueble, incluso hace años entrevisté a una inquilina (ver Un edificio de lujo hecho un desastre). Ella contaba que cada apartamento se diseñó según el gusto del propietario; tenía casilleros para la correspondencia, pizarra con intercomunicadores para la comunicación interna, sala de estar, salones de fiesta, dos piscinas (hoy sucias y vacías), con tumbonas y sombrillas, duchas, servicios sanitarios, expendedores de bebidas; chutes de basura e incineradores en el sótano, y hasta camareras que limpiaban estas áreas. En fin, eran tantas las comodidades que todo ha quedado como la huella de un filme clásico.

La arquitectura de esta mole fue construida con cinco bloques y tiene 201 apartamentos, aunque la mayoría de ellos están abandonados y en mal estado. Los balcones y las ventanas han perdido parte de su estructura original, me refiero a las molduras, cristales y barandillas. Tampoco tienen puertas. Sin embargo, las tinas de los baños, como son empotradas aún se conservan. Por supuesto, no funcionan los cables de fluido eléctrico; entonces de noche son huecos negros, bastante terroríficos.

A pesar de las pocas condiciones de estos recintos, han aparecido unos vecinos nuevos en uno de los apartamentos del primer piso, que está precisamente frente a mi balcón trasero.

Creo que lo más acertado sería decir “ocupas”, ya que son ilegales, pero con la falta de viviendas que hay en este país no resulta extraño que la gente recurra a estos métodos extremos.

La familia, o amigos (porque ninguno se parece entre sí) está formada por cuatro hombres, unos más jóvenes y otros que sobrepasan los cuarenta años. Cuando me levanto, siempre antes de las ocho de la mañana, nunca los veo en el balcón. Parece que no son muy madrugadores, o sea, van reapareciendo ya avanzada la mañana.

Uno de ellos, el más joven, se la pasa mirando su celular mientras los demás conversan, unos permanecen parados y otros sentados. Desde aquí se pueden ver dos sillas, una mesita con una olla, tazas y otros objetos. Mientras que, en el piso hay colocadas botellas de cristal y otros enseres.

Los más jóvenes andan en short y sin camisa, el mayor siempre está vestido completamente y usa gorra.

Es raro que tengan con frecuencia ropas tendidas, me imagino que alguna tubería funcione, y que quizás hayan colocado una llave de agua igualmente. A no ser que laven las prendas en el mar.

Ocasionalmente, suben cosas con una jaba conectada a una soga, para no tener que cargarlas por la escalera.

Abajo, en el garaje, habita otro inquilino, este llegó primero que los otros, y se dedica a recoger materia prima en la costa. A menudo lo he visto recogiendo latas y pomos plásticos, que luego transporta en su carretilla.

El garaje ya no tiene puertas de hierro ni la valla que lo protegía, así que cualquiera puede entrar y usarlo como baño público.

Hace poco hubo un incendio allá adentro, y vinieron los bomberos a contener el fuego. Él hombre tuvo que salir enseguida por el humo. Dicen que fue por unos cartones que cogieron candela. 

Les confieso que me siento como el personaje de Riar Window, de la película de Alfred Hitchcock, con la diferencia de que él pasaba su tiempo observando a sus vecinos, y yo solamente lo hago cuando tengo que ir al balcón a hacer algo. Pero la curiosidad me atrae…

Si de mi gestión dependiera, les entregaría a las personas más necesitadas estos inmuebles para que los trataran de restaurar, porque cada día que pasa se vuelven menos habitables.

Lea más del diario de Irina Pino aquí.

One thought on “Mis nuevos vecinos de Riomar

  • Así mismo. ¡Qué interesante! Parece un capítulo de novela.
    Es increíble la cantidad de personas que viven en lugares súper raros e
    incómodos, de difícil acceso y hasta quienes viven en la calle.
    Este pequeño sector de la ciudadanía logra ser muy interesante y sospecho que subsisten allí biografías, anécdotas así como dramas y tragedias como para escribir un libro.

Comentarios cerrados.