Esa música que sonaba en mi casa
Irina Pino

HAVANA TIMES — En la década del 70, en mi casa se hacían fiestas casi todos los sábados. Por aquella fecha mi hermano Jesús y sus amigos eran los organizadores de todo el barullo.
Un tocadiscos, dos bafles enormes e infinidad de discos eran el punto de arranque para comenzar. Había quizás tres o cuatro cajas de cerveza, panes con pasta, y música para “hacer dulce”, valga la expresión popular.
Yo solo tenía diez años, por lo que me mantenían medio recluida en las habitaciones, para que no molestara a los jóvenes. Pasaba el tiempo como una especie de voyeur, mientras el sonido de la música y la poderosa energía se colaban por los resquicios de la puerta. Lo que no me impedía disfrutar y hasta bailar a solas en la habitación contigua a la sala.
Me escapaba luego, y tropezaba con los brazos y piernas de los bailadores, que en disímiles coreografías de “baile casino”, se solazaban con las canciones de Los Van Van; dirigido por un Juan Formell jovencísimo, cuando muchos de sus temas estaban en el hit parade de la radio cubana.
Una discografía respetable de este grupo se hallaba en la colección de mi hogar, que se mezclaba con otra de los Beatles, como si fueran dos colosos universales que confluyeran en La Habana. Aunque estos colosos modernos, no tuvieran nada que ver unos con otros. Pero en mi casa se escuchaban los temas de los cubanos y de los anglosajones, como si estuvieran haciendo un mano a mano:
Oh Marilú…. Hey Jude…, parecía existir cierta similitud. Creo que Formell bebió de la melodía de los Chicos de Liverpool y viceversa. Aunque los jóvenes ingleses no lo confirmaran, tuvieron influencia de la música nuestra. Hubo, lo que se pudiera llamar: una simbiosis inconsciente.
Pastorita quiere guararey conmigo, yo no sé por qué será…, era una de mis preferidas, pues me resultaba cómico el nombre.
El sonido de las cuerdas le imprimía un sello distintivo a la orquesta. Sonaba diferente a otras orquestas de la época: música popular bailable, hecha con elegancia y refinamiento.
Una marejada de brazos y piernas, cuerpos que giraban en complicados pasos. Cabellos sueltos, rostros sudorosos…, música cubana auténtica, que más tarde la bautizaron como salsa.
Pero no era tal, solo era el son que se revolucionaba con un toque contemporáneo más dinámico. Cantando historias cotidianas, frases del cubano de la calle, relatos musicales tan diversos, que todavía se recuerdan y brindan tanta alegría a los bailadores.
Y a la batuta seguirá ese querido Juan Formell, otro imprescindible en nuestra isla de la música.
Irina:
Por unos cuantos años los jóvenes de los 60-70 vivimos con nuestras preferencias musicales bastante bifurcadas entre el rock y el son tradicional: en aquel entonces solíamos ir en dos bandos: los pepillos y los guapos (o ambientosos). Y según esa convención, así organizábamos nuestras fiestas respectivas. Juan Formell con sus Van Van contribuyó sobremanera a que cambiáramos gradualmente la percepción, fenómeno que cristalizó definitivamente con la entrada de la salsa a Cuba (sobre todo en Santiago) y la enorme popularidad del programa de TV Para Bailar. Para ponerle la tapa al pomo, llegó Oscar de León a la Isla en 1983 y aquello fue el acabóse. Bien por el recordatorio.
Un pequeño señalamiento, según la academia, para señalar las décadas de cada siglo:
No deben usarse fórmulas como los 20s o los 20’s, copiadas del inglés. En el español de América, en la construcción la década de…, aparece a veces en singular el artículo que acompaña al cardinal: la década del treinta, en lugar de la década de los treinta, construcción esta última más habitual y recomendable.
…”Cuéntame que fue lo que pasó,
que los muchachos que bailaban rocanrol
cambiaron de repente el baile
y ahora bailan este nuevo son…”
“Somos los Van Van”
Juan Formell
Volumen VII, Discografía Completa de Van Van (EGREM; el Baile del Buey Cansao’) 1982