Escuchar música

Irina Pino

Caetano Veloso
Caetano Veloso

HAVANA TIMES — Un amigo me hablaba hace poco, sobre lo difícil que resulta acompañar la comida en un restaurante con una música agradable de fondo. En muchos de estos sitios prevalecen temas bailables inapropiados, o canciones pegajosas de letras insulsas. Cuando lo más relajante sería una suave melodía, o una balada romántica, pero que contenga valores creativos.

Sin embargo, me invitó a un bar donde se pone con frecuencia a Caetano Veloso, ese cantor, poeta, cineasta, y fundador del Tropicalismo, que sin tener una potente voz, tiene el colorido, la ternura, y es capaz de expresar cualquier sentimiento. Lo mismo canta Vete de mí, de los argentinos Homero y Virgilio Expósito –que Bola de Nieve hiciera con tanto dramatismo–, como el tema de Fito Paéz Un vestido y un amor. Además de interpretar María la O, y el tango Vuelvo al Sur. Diversos géneros que el brasileño ha sabido hacer suyos, bebiendo la esencia de estas obras, y aportándoles su toque personal.

En las dos pastelerías Bianchini, en La Habana Vieja, donde realicé un trabajo para Havana Times el año pasado, se ofrecen melodías placenteras a los visitantes. Siempre hay baladas y jazz, a un nivel muy bajo, incapaz de molestar al oído.

Las palabras y la armonía, extraña simbiosis, que solo los iluminados son capaces de conjugar. El tiempo que se vive, es realmente corto para llegar a escuchar toneladas de música bien hecha.

Acostumbro a buscar cosas nuevas, intercambio con mis amigos a través de la memoria flash. De esa manera, ya tengo una enorme biblioteca donde puedo encontrar lo mismo rock, blues, jazz, música antigua, música clásica, boleros, música brasileña, tango, country, hindú, celta, temas de películas, canciones famosas de la escena teatral de Broadway, en fin, cada día la aumento más.

En el entorno familiar se crece oyendo música, se educa al oído, –dicen los musicólogos–, sin embargo, en nuestros medios masivos cada día nos inundan con lo peor. Décadas atrás, en los ómnibus, solo se oían las conversaciones, los murmullos de los viajantes, ahora se nos tortura con ritmos agresivos.

Recuerdo el tocadiscos que había en mi casa, que funcionó por muchos años con aquellos mágicos discos de acetato, que se lavaban y se ponían a secar cuando tenían polvo, lo cual mejoraba su sonido. Así conocí a Mozart, Chopin, Rachmaninov, George Gershwin, Biset, las grandes óperas, The Beatles, los Zafiros, la trova tradicional cubana, el son, el Jazz y las canciones francesas. Una variedad que me nutría espiritualmente, y desarrollaba en mí un “gusto”.

Se debía impartir en las escuelas un programa de apreciación musical para que el oído aprendiera a diferenciar la belleza, de lo superficial y burdo.

Existen músicos capaces de reflejar con sus composiciones estados de ánimo: Tristan e Isolda, de Richard Wagner, es la fuerza de la pasión que une a los amantes y los hace desgraciados; mientras que los Nocturnos de Chopin, nos traen nostalgia, tristeza, y melancolía.

Irina Pino

Irina Pino: Nací en medio de carencias, en aquellos años sesenta que marcaron tantas pautas en el mundo. Aunque vivo actualmente en Miramar, extraño el centro de la ciudad, con sus cines y teatros, y la atmósfera bohemia de la Habana Vieja, por donde suelo caminar a menudo. Escribir es lo esencial en mi vida, ya sea poesía, narrativa o artículos, una comunión de ideas que me identifica. Con mi familia y mis amigos, obtengo mi parte de felicidad.

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6 thoughts on “Escuchar música

  • Compañera ¿acaso debiste titular el texto “No se hizo la miel para la boca del asno”?…

  • Ahora que hablas de musica, me tope en you tube con una version de “Agua de Marco”, cantada por Marisa Monte con una encantadora voz como hacia rato no oia otra.

  • Para nada, miguel gonzalez, hasta las plantas reverdecen con la musica de Mozart! El punto es que los músicos que les ha tocado tocar, por exageración, en ascensores, aeropuertos, clínicas, supermercados y… restaurantes reponedores de calorías, viven lo más ingrato de su oficio: nadie los ve, ni los aprecia sino en función del destino de un almuerzo o cena; es decir, la conclusión lógica de un buen negocio, carnal o espiritual o crematistico. La mayoría de esos “nadie” no buscan en la música sino un manto, una alfombra para sus conversaciones románticas o para sus transacciones mercantiles u otras. Espero que jamás me encuentre en un aeropuerto con la música de Bob Dylan!

  • Ese tipo de “música para acompañar la cena o la tertulia” ya existe desde hace mucho en todo el mundo, se llama: Chill out. Y hay referentes como el Buddha Bar en París o el Café del Mar en Ibiza que tienen sonoridades y mezclas étnicas increíbles y muy bien logradas.

    En Cuba el problema es la educación de los dueños del local y de los clientes.

  • Ja, Ja , Mozart tiene la virtud de entrar sin pedir permiso, Ja , ja

  • En mi triste opinión, las enormidades, las caricaturas, son instrumentos preciosos de la pedagogía. Te lanzo esa miel que está de perlas…

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