Desnudos fotográficos

Por Irina Pino

HAVANA TIMES – Existe un prejuicio en observar la foto de un cuerpo desnudo. El hecho en sí es un acontecimiento.

Las personas que han posado para ese tipo de fotografías, las mantienen ocultas. Quizás porque las mentes retorcidas las usan para chantaje o negocio.

En ese aspecto, Internet ha funcionado como un veneno; desde 2017 los hackers se han aprovechado filtrando selfies de famosas desnudas o en escenas comprometedoras, y las han vendido al mejor postor para ser publicadas en páginas Web.

Esto ha provocado indignación en las víctimas, al sentirse manipuladas. Nadie tiene derecho a violar intimidades.

También hay su dosis macabra: recientemente leí la noticia del fotógrafo norteamericano Leigh Wiener, que en 1962 sobornó a los trabajadores de la morgue con botellas de whisky, para hacerle fotos al cadáver desnudo de Marilyn Monroe.

Ya es una moda colgar fotos calientes en las redes sociales; pululan chicas en paños menores en Facebook; se envían por WhatsApp selfies de pubis, vagina, senos, nalgas y penes.

Resultan un chiste esas mujeres que lucen implantes como sus mayores atributos de belleza. No es solo la imagen, sino que van acompañados de frases, supuestamente sexys, como una especie de gancho, en cuanto al coeficiente de inteligencia de la exhibicionista.

En mi juventud quise hacer mis propios desnudos artísticos. Me parecía una idea interesante, además de atrevida. Siempre fui admiradora de la sesión de fotos de Marilyn Monroe, realizada por Tom Kelley, y las demás que siguieron.

Para realizar la aventura, me ayudó un pintor y fotógrafo amigo mío. El objetivo era que el lente captara la lozanía de las formas y quedaran registradas para la posteridad.

Disponíamos de la casa de su tío que se hallaba de viaje. Se preparó un set: muebles, tules, toda una plataforma que sirviera de soporte para el proyecto. La cámara utilizada fue una zenit, rusa. Fueron dos días de tomas. En total hicimos dos sesiones.

El problema surgió al tratar de revelar los rollos, era un riesgo, para un fotógrafo, utilizar un estudio estatal. Optamos por buscar un estudio privado para el revelado y la impresión.

Hubo que desembolsar una cantidad de dinero significativa para aquella época. Lo esencial era el resultado.

Aún conservo varias fotos de aquellas sesiones, y mirándolas ahora las juzgo un poco naif.  Si fuera a hacerlas de nuevo serían completamente diferentes.

Algo que lamento es haber extraviado los negativos, o quizás alguien los sustrajo de mi casa.

Aunque han pasado más de treinta años, me gustaría pensar que el ladrón guarda las imágenes como recuerdo.