Celebración demorada y una película

Irina Pino

taxi-driverHAVANA TIMES — Las celebraciones son un acontecimiento importante en cualquier país, pero en el nuestro resultan muy especiales. El sábado pasado fue cumpleaños de mi padre, y tuve la intención de agasajarlo haciéndole uno de sus postres preferidos.

Mezclé los huevos, la lata de leche condensada, una cucharadita de vainilla y lo eché todo en el molde previamente acaramelado. Luego encendí la hornilla del gas, –al menos traté de hacerlo–, pero la llama nunca llegó…la ausencia total del combustible truncó el momento y la energía desplegada.

Es usual que quiten el gas cada cierto tiempo. También pasa con frecuencia con el fluido eléctrico. A veces son casi 8 horas sin electricidad. Las zonas donde ocurre parecen dormidas, aunque a veces se escuche algún que otro grito de protesta. Y si llamas por teléfono para hacer averiguaciones, solo te dicen que es para podar árboles que tropiezan con los cables eléctricos. La misma razón que se repite…

Así es que me puse a maldecir a gritos, lancé la tapa de la olla en el fregadero y me largué echando pestes por la boca de la fatal cocina. No tuve otra opción que conservar la alquimia en el refrigerador en espera del desenlace.

Ya en la habitación, encendí la pc, y rápidamente me puse a escribir como movida por un resorte. Algunas ideas fluyeron con relativa facilidad, a otras tuve que empujarlas con fuerza, casi a puntapiés, para que salieran.

Entonces recordé que hace tres años se puso en el canal Multivisión Taxi Driver, un excelente filme, mientras que en el canal 6 se trasmiten películas que he llamado de clase z, de lo malas que resultan. Pero al ver aquella vieja cinta de Martín Scorssese, recordé cuando hace más de veinte años la vi por primera vez en el cine La Rampa.

Quedé impactada con el personaje que interpretaba Robert De Niro, el tranquilo chofer de taxi que vive una vida sin metas, dejando que todo suceda como venga, alguien sin sueños, apartado del mundo y de la gente, refugiado en su concha rodante, como buen observador dentro de su auto, vislumbrando la amalgama de estratos sociales con que a diario tiene que lidiar. El acontecer de New York, en ésas calles donde a nadie le gustaría morir, ni siquiera a un perro callejero y despreciado.

El joven da sus primeros pasos y comienza a cortejar a una hermosa mujer que recién conoce, y le ofrece lo único que sabe hacer, –sin maldad, por supuesto–, pero ésta lo rechaza. Después se compadece de una prostituta-niña, y trata de ayudarla.

Asqueado de una travesía sin objetivo, se encuentra en un dilema: dejar que todo siga su curso, o darle un verdadero giro a su banal existencia. Opta por lo último: decide hacer una limpieza, un categórico barrido de escoria.

Al final queda como el héroe que ha reivindicado una parte de la fantasmagórica ciudad.

Pasadas las tres horas, ha llegado por fin el combustible, el grasoso elemento que nos permite cocinar. Acto seguido, abro el refrigerador, saco el molde donde nadan los huevos en la leche salpicada de vainilla…, pero con tan mala suerte que se me cae el bol de las manos y va a parar al suelo rompiéndose estrepitosamente. Los huevos, la leche, todo perdido; “el postre que nunca existió”. Y mi padre colgado de la ilusión de disfrutar de su plato favorito.

Decidí salir y comprar un cake de chocolate de 6 cuc, en la pastelería más cercana. Eso por lo menos lo consoló. Dinero gastado, pero bien invertido en un día especial. “No se debe llorar por la leche derramada…”, dice el refrán. “Hay veces que perdiendo se gana”, –dice otro viejo refrán–. Por lo menos le durará dos días para poder devorarlo todo.

No hubo nada más, excepto volver a las palabras, deseando que llegue algo más que un acontecimiento, o el recuerdo de una buena película para cambiar el giro de mi vida.

Irina Pino

Irina Pino: Nací en medio de carencias, en aquellos años sesenta que marcaron tantas pautas en el mundo. Aunque vivo actualmente en Miramar, extraño el centro de la ciudad, con sus cines y teatros, y la atmósfera bohemia de la Habana Vieja, por donde suelo caminar a menudo. Escribir es lo esencial en mi vida, ya sea poesía, narrativa o artículos, una comunión de ideas que me identifica. Con mi familia y mis amigos, obtengo mi parte de felicidad.

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