Avatares en la crisis, y mi experiencia en las tiendas en USD

Por Irina Pino

HAVANA TIMES – Mi situación en la pandemia no es de las peores, amigos y familiares me han ayudado enviándome remesas, gesto solidario que agradezco.

Los primeros meses sobreviví comprando granos, viandas y frutas en el agromercado, debido a que mi dieta es mayormente vegetariana.

No hago colas kilométricas para comprar pollo, dejé de comerlo hace tiempo, prefiero adquirir latas de atún o sardinas. Aunque a veces tenía que hacer alguna, contra mi voluntad, porque en el mismo lugar sacaban aceite. Entonces terminaba comprando el pollo también, para mi hijo y el gato.

Hace unos días estaba inquieta, porque solo me quedaba un poco de champú. Comencé a buscar en Internet recetas para hacer champú casero, pero desistí, porque no encontraba todos los ingredientes.

Gracias a que tengo la costumbre de no botar los frascos vacíos, encontré una jaba llena de pomos con restos del líquido, que me sirvieron para varias semanas.

Pensé en raparme la cabeza, como si estuviera en un campo de exterminio masivo. Era una posibilidad, ya que no se puede ir a ningún lado, además, siempre ando con la cabeza cubierta.

Entonces, vino la locura, comenzaron a escasear los granos en el agro, el detergente se desapareció de las tiendas en CUC.

Por lo que recurrí a usar solo ropa blanca. Las prendas claras son más fáciles de lavar y no destiñen. Bromeaba con mis amigos diciéndole que yo tenía mi uniforme: un par de pulóveres, lycra y gorra. En mi barrio los vecinos creyeron que me había hecho yabó, que es hacerse santo en la religión afrocubana.

El comentario general era que en las tiendas en dólares sí se podían conseguir muchos productos. Entonces no me quedó otra alternativa que hacerme una tarjeta MLC (moneda libremente convertible), y coger unos dólares que tenía guardados. Averigüé si en el banco se podía comprar dólares con el CUC, y me dijeron que no.

Como primera opción recurrí a Fincimex. La mala noticia fue que no estaban haciendo nuevas tarjetas. Había tremendo atraso con las solicitudes de meses anteriores. Las personas estaban protestando, porque iban a recogerlas y aún no estaban listas.

Opté por la tarjeta del BPA (Banco Popular de Ahorro), que permite al cliente ingresar divisas, y recibir transferencias desde el extranjero, a excepción de los bancos estadounidenses.

Cuando la tuve en mis manos, me metí en una cola en el supermercado de 3era y 70, aquí en Miramar. Ya dentro, observé los anaqueles repletos de detergente en polvo y para vajilla. Champú no.

Lo compré y salí corriendo. No quise mirar toda la oferta, no podía gastar en comida.

Regresé caminando desde la calle 70 hasta mi casa en Cero y 1era, porque no hay transporte público. Son muchas cuadras y llegué cansada, directo para la ducha.

Luego conecté la lavadora, para ir saliendo de los bultos de ropa sucia, que casi llegaban al techo.

La semana pasada mi cuñado me avisó que iban a vender champú en CUC, en la tienda del hotel Monte Habana, y marcó a las cinco de la mañana. Llegué casi a las seis.

A las nueve, cuando dieron los turnos, había más de ochenta personas por delante. En resumen, salí de allí a la una de la tarde, y solo daban un pomo por persona.

A dollar store at the La Puntilla shopping center.

Este domingo que pasó fue extraordinario. Un amigo me pidió el favor de ingresar sus dólares a mi tarjeta para comprar. Le dije que sí, por supuesto.

Cuando fuimos al centro comercial La Puntilla (otra tienda en MLC), que está al doblar de mi casa, la hallamos muy surtida. Tenía desde granos, arroz, jamón, leche evaporada, quesos de diferentes tipos, gelatinas, latas de sardinas, tomate frito, galletas, detergente, desodorantes, tintes de pelo, crema dental…, y el más buscado: el champú. Solo faltaba el papel higiénico.

Aproveché y adquirí las cosas de aseo que necesitaba. Mi amigo tuvo la amabilidad de dejarme cierta cantidad de dólares para alimentos.

Un pequeño ciclo de tranquilidad. Algo tan trivial, como este tipo de compras, ha cobrado una gran importancia en nuestras vidas.

Ojalá que esto no dure más de un año.

Irina Pino

Irina Pino: Nací en medio de carencias, en aquellos años sesenta que marcaron tantas pautas en el mundo. Aunque vivo actualmente en Miramar, extraño el centro de la ciudad, con sus cines y teatros, y la atmósfera bohemia de la Habana Vieja, por donde suelo caminar a menudo. Escribir es lo esencial en mi vida, ya sea poesía, narrativa o artículos, una comunión de ideas que me identifica. Con mi familia y mis amigos, obtengo mi parte de felicidad.

Irina Pino has 301 posts and counting. See all posts by Irina Pino

3 thoughts on “Avatares en la crisis, y mi experiencia en las tiendas en USD

  • Es el nunca acabar , conozco de primera mano tu relato , hace mas de 25 años puse fin a esta historia , se va la vida que es muy corta para todos , pero este sinvivir es un desgaste criminal , para que las castas puedan vivir a todo trapo y siempre amando al pueblo , que morro tienen estos tios y que pena siento por los que se creen esta historia tan desgastada y perversa .

  • la revolucion esa de castro par lo unico que sirvio fue para hacerle la vida imposible a los cubanos.

  • Ya pusieron el transporte público, por lo que ahora hay más colas en estas tiendas de USD. Los productos más demandados no se mantienen por mucho tiempo.

Comentarios cerrados.