A ese muchacho que le decían Lennon

Irina Pino

Durante décadas The Beatles estuvieron prohibidos en Cuba, hoy una estatua de John Lennon adorna un parque de La Habana que lleva su nombre. Foto: Raquel Pérez

HAVANA TIMES – Hace 37 años asesinaron a John Lennon, el poeta rockero, tan amado por sus seguidores. La noticia fue tristísima, tal injusticia conmueve a cualquiera. Yo tenía 15 y aún lo recuerdo, pero quisiera en este post recordar a un muchacho que le decían Lennon.

Se parecía al músico inglés, no solo por su físico, delgado, con su melena clara y sus gafas. Creo que buscó la forma de ser una especie de doble de John,  comenzó a recopilar su música, a interpretar sus canciones con su guitarra acústica y un inglés que depuraba a medida que se identificaba con el contenido de sus canciones. Les decía a los chicos del barrio: “¡Esto sí es música y poesía, lo demás es porquería!” Odiaba otro tipo de música, mientras la gente bailaba en ruedas de casino, él inventaba fiestecitas con música exclusivamente en inglés, e invitaba solo a los que formaban parte de su club.

A él le encantaban las rubias y era bastante promiscuo en sus relaciones, sin embargo, encontró por azar a una jovencita con rasgos orientales y largo cabello negro, que de alguna manera también se parecía a Yoko Ono. Ese fue el comienzo a una relación amorosa que no complació a sus compañeros. ¿Y por qué, se preguntarán algunos? Pues, porque esa chica tenía un defecto físico, le faltaba un dedo de la mano. Lo había perdido por un accidente. Aunque nunca nadie se preocupó por averiguar cómo ocurrió.

En el desafuero de aquella pasión los llevó a hacer el amor en varias azoteas del barrio. La gente comentaba que por las noches cuando la luna asomaba su faz, ellos trepaban en un techo cualquiera y pasaban la noche haciendo el amor.

Los vecinos mojigatos los denunciaron. No estaban preparados para ver dos cuerpos desnudos, vírgenes.

Fueron detenidos en pleno acto sexual y llevados a una estación de policía. Luego tuvieron que soltarlos. Al amor no se le puede poner tras rejas, invariablemente se escapa y remonta vuelo.

Una noche de fiestecita ilegal, mientras todos los chicos se hallaban en su apogeo rockanrolero, y otros por el piso se besaban con sus parejas, irrumpió la policía, quitó el tocadiscos y desbarató los discos de los Beatles. Algunos, aterrados, se refugiaron en los cuartos de la casa; otros, se quedaron inmóviles y boquiabiertos.

A la guitarra de John la mataron de una patada. Uno de ellos la tomó para lanzarla por la ventana, pero él ante la horrible violencia se abalanzó al policía para quitarle el instrumento. Otros policías se metieron en la reyerta y aguantaron al joven, para que el abusador pudiera despacharse: el tipo le dio un golpe que lo tiró al suelo y se le partieron los dientes delanteros.

La sangre manchó el piso, el muchacho, en el suelo, a pesar del dolor, les gritó: ¡A Lennon no lo jode nadie, el rock nunca se va a morir!

Esto pasó en los años 60. Me lo contó mi tío: John Lennon.

Irina Pino

Irina Pino: Nací en medio de carencias, en aquellos años sesenta que marcaron tantas pautas en el mundo. Aunque vivo actualmente en Miramar, extraño el centro de la ciudad, con sus cines y teatros, y la atmósfera bohemia de la Habana Vieja, por donde suelo caminar a menudo. Escribir es lo esencial en mi vida, ya sea poesía, narrativa o artículos, una comunión de ideas que me identifica. Con mi familia y mis amigos, obtengo mi parte de felicidad.

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