Un nuevo viaje a Pinar del Río

Fotorreportaje por Irina Echarry

fotopinar3HAVANA TIMES — Siempre que voy a Pinar del Río sucede lo mismo. No importa si espero dos años o dos días para volver, la hermosura del paisaje me impresiona. Sobre todo en Pons, un lugar del municipio de Minas de Matahambre, tan bello o más que Viñales, aunque no sale en las postales turísticas.

Los distintos matices de verde, el cielo nocturno saturado de estrellas y el aire puro hacen que mi estancia por aquellos lares sea casi mágica. También están mis amigos, los que viajan conmigo y los que viven allá, esos que nos abren con humildad las puertas de sus casas.

La imagen permanente mientras caminamos por llanos o montañas es de ensueño. Gracias a la lluvia de estos últimos meses nos encontramos bellas charcas visitadas por cerditos curiosos, y otros animales que pastan tranquilamente a sus alrededores. Otras veces la tierra ha estado reseca y la vegetación mustia.

Otro de los grandes placeres es compartir de cerca con animales a los que poco conozco.

En las zonas más pobladas, un detalle que impacta al visitante capitalino es la buena atención en los negocios particulares y estatales; todavía no ha llegado a este lugar la desidia y la falta de respeto al cliente que existe en la mayor parte del país.

Pero la pasión no me ciega. Este paraíso de la zona más occidental de Cuba se ha ido transformando poco a poco. En este último viaje un incipiente basurero nos sorprendió en medio de un camino, donde antes todo era vegetación. Junto a los cantos de los pájaros y al ladrido de los perros, el reguetón se dejó escuchar, aunque sin mucha fuerza. Y, para nuestro asombro, un almendrón contaminante nos acompañó el último día.

fotopinar5Como el tendido eléctrico llega ahora a más sitios, la telenovela o la pelota suplantan las narraciones cargadas de emoción a la luz de una vela. Atrás quedaron aquellas historias de vidas pasadas o presentes, predicciones, y hasta algún que otro cuento de un espíritu al que todos temen.

A pesar de ser un territorio de gente trabajadora y esforzada, algunos campesinos jóvenes han optado por vivir de la madera, antes que sembrar la tierra. Talar unos cuantos cedros les da más resultado que pasar meses cultivando y cosechando. Aluden falta de insumos y abonos, lo que es cierto, aunque también ignoran las formas tradicionales de cultivar y vivir en armonía con la tierra, sin sobreexplotarla.

La “civilización” está invadiendo el campo, con los beneficios y los vicios que ella lleva.

De cualquier manera seguiré haciendo el viaje. Aún me ayuda a desintoxicar de la sucia y emponzoñada ciudad. En Pinar siempre encuentro gente noble que me brinda café, conversación y hasta un poco de amor sin esperar nada a cambio. Quién sabe si algún día termine mudándome para una de aquellas montañas.

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6 thoughts on “Un nuevo viaje a Pinar del Río

  • Debe haber sido un viaje inolvidable, y un relato muy lindo, como todo lo que escribes. Estare en NY en mayo, y si alguien conocido por Uds va, les mando el libro

  • Irina, sabías que en la carretera que va de Viñales a Pons, poco antes de llegar al caserío Moncada (donde está o estaba la Escuela Nac. de Espeleología y el monumento a los Malagones) hay unas montañas que al mirarlas parece el rostro de José Martí de cara al sol, creo esa zona es una de las más bonitas de nuestro pais.

  • Que fotos más bonitas Iri, te pasaste

  • Iri:

    “La “civilización” está invadiendo el campo, con los beneficios y los vicios que ella lleva”.

    Te cuento: el abuelo de mi nuera lleva sepetecientos años exigiendo que le pongan electricidad (un servicio al que en teoría deben tener derecho todos los cubanos) en su vega de Guane, Pinar del Río y ¿sabes cuál es la respuesta de las autoridades pertinentes?: abuelo, si usted paga los postes y los cables lo complacemos…

  • Iri:
    Bella zona de CUba esa, impresionantes fotos. Saludos desde la mitad del mundo!

  • Irina, gracias por tu narración de Pinar me recuerda mis tiempos por allí. Esto me recuerda a mi consolación del sur. Y de alguna forma me recordaba de esos personajes de pueblo que son parte de la memoria colectiva y que quizás estos mismos también recurren en ciudades más grandes pero escapan del recuerdo colectivo en ellas.
    Recuerdo a Victoria una señora arrastrando a sus varios pequeños cada uno quizás de un padre diferente. Recuerdo a las Pikinini una familia donde las mujeres parecían altas Amazonas haciendo colas o Tambo deambulando por las calles descalzo o Julio el bobo descalzo y mirando a todos pasar con su desproporcionada protuberancia en la garganta . O a Manuel Ñañe quien fue bodeguero y de sus bolsillos regalaba caramelos a los niños!
    Y de cierta forma esto me recuerda el Macondo de García Márquez!
    Con Merquiades y la primera vez que trajo un iman o la piedra de enfriar ….

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