San Isidro: entre la poesía y la muerte

Por Irina Echarry

En la sede del Movimiento de San Isidro

HAVANA TIMES – Hace días no duermo bien, me despierto sobresaltada cuando lo hago, y de día siento gran angustia. Ahora mismo hay jóvenes, algunos que conozco bien, que se debaten entre la poesía y la muerte.

¿Cómo puede ser? Porque Cuba se ha convertido en un país de excesos. Y la poesía ha resultado ser un asunto muy serio, tanto que el Estado acorrala a un puñado de artistas y activistas que leen poemas. Leen poemas en una acción pacífica para reclamar la libertad del rapero Denis Solís, encarcelado por ocho meses luego de un juicio sumario.

No hay otra palabra, no estaban en la vía pública, fueron acorralados en una casa, la sede del Museo de la Disidencia en la Habana Vieja. La Seguridad del Estado ha impedido que les lleven comida, que amigos y familiares lleguen a verlos. En reacción el grupo de artistas respondió con una huelga de hambre, desde hace cuatro días.  

No me gustan las huelgas de hambre, no estoy de acuerdo en maltratar de esa manera el cuerpo porque, si quedas viva, dejan muchas secuelas. Pero este grupo de jóvenes artistas no repara en su cuerpo, más bien tienen la mirada en un cuerpo social, ese que ya está tan maltratado. Tienen la esperanza de repararlo, de que su ejemplo sirva para reconstruir un poco la confianza en nosotros mismos.

Y lo han venido haciendo con constancia y temeridad.

Al Movimiento San Isidro lo admiro por su valentía y su afán de no apartarse de la gente común, de sus intereses y dificultades. Son un grupo heterogéneo, que ha ido creciendo con el paso del tiempo.

Creer que en Cuba es posible aglutinar un gran número de personas, para manifestarse contra medidas del gobierno, es un gesto romántico sobre un deseo necesario, que ojalá se lograra.

Pero no estamos en una peli sino en la vida real, con seres de carne y hueso, sin superpoderes; con un gobierno que difícilmente ceda ante las presiones de unas pocas personas. Personas que disienten y no temen decirlo. Mercenarios, les llaman, para desacreditarlos, y hoy escuché algo completamente descabellado: “la policía tiene rodeado a un grupo de asesinos”.

Asesinos. Y la gente lo repite.

Cuando escucho frases como esas, pongo mi timidez a un lado, no puedo dejar que se tergiversen así las cosas. El énfasis mayor lo hago en la exigencia del Movimiento de San Isidro del cierre de las tiendas en dólares, algo que muchos deseamos y no tenemos el valor de reclamar. Es ese un buen punto para acercar a las personas a este grupo de artistas. Sin embargo, lo único que logro es que, quienes me escuchan, cambien la palabra “asesinos” por la palabra “locos”. Se van a morir, me dicen, están locos, no los van a escuchar.

Y lo repiten, dos, tres veces. Da náuseas.

Sin embargo, aunque quisiera oír palabras de aliento, frases positivas, entiendo que en Cuba no hay cultura de la protesta cívica. La gente no sabe cómo hacerlo, y averiguarlo implica cárcel, estigmatización y soledad. El Movimiento de San Isidro sí lo sabe, ha puesto en jaque al gobierno muchas veces. Ha logrado que tenga que escucharlos, ha demostrado que hay muchas formas de lucha, que a través del arte se llega lejos, se cumplen sueños, se alcanzan metas. Pero morir es otra cosa.

Claro que las barreras se corren poco a poco, los espacios se ganan pasito a pasito… y hay que estar vivo para eso. No tiene sentido perder a gente joven, talentosa y valiosa. Exijamos al gobierno que se quite los tapones de los oídos, la venda de los ojos; que oiga y vea lo que está sucediendo en San Isidro, que actúe.

Y animemos al grupo a repensar la huelga, no actuemos como si no hubiera otra alternativa, como si necesitáramos mártires. Son nuestros amigxs, gente cercana, con familia, y queremos lo mismo: un país más libre, más respetuoso, más humano.

Que estxs artistas expongan sus cuerpos por un país entero no lxs hace inmortales. Que ese grupo de artistas muera no genera un avance, al contrario, tendremos que cargar con ese peso en la conciencia y con la ausencia de personas lindas, creativas, soñadoras. Justo la gente que necesitamos para hacer, entre todxs, un país mejor.

Lea más del diario de Irina Echarry en Havana Times.

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