Pioneros responsables

Irina Echarry

Pionera. Foto: Caridad

Sin saber por qué sentí una gran alegría cuando por primera vez anudaron en mi cuello la pañoleta. Había estado esperando ese momento con ansiedad y un ingenuo orgullo recorrió mi interior al escuchar las palabras: ahora ya eres pionera.

Nadie me explicó que desde ese momento tenía que cargar, además de la pañoleta y los libros, el deber de cumplir con las exigencias sociales, de ser cada día mejor (según las expectativas de otros), de no defraudar a la revolución y a Fidel, aunque aun no supiera el significado de la palabra defraudar.

Como siempre me gustó estudiar, era callada y “bien educada.” las maestras me seleccionaban para anotar en una lista a los que conversaban en clases o no hacían la tarea. Incluso, llegué a tener la responsabilidad de retirar la pañoleta a los alumnos más indisciplinados, porque no eran dignos de llevar el símbolo de la organización de pioneros Jose Martí (OPJM).

No imaginan las profes el sufrimiento que me provocaba el dilema: ¿con quién debo quedar bien? Por mucho que lo pensara, la balanza siempre se inclinaba al lado de los adultos, ya dije que estaba “bien educada.”

De no haber sido por la timidez que me limita, mi carrera política hubiera llegado lejos. Cuando se realizó el primer congreso de pioneros, ya hacía mucho tiempo que había dejado de ser niña. Nunca entendí la necesidad de que los pioneros tuvieran un congreso, algo tan aburrido para muchos adultos. Si al menos los encuentros (aunque tengan ese nombre) fueran algo más que la oportunidad para que los niños representen una obra teatral escrita y dirigida por los adultos. Pero no es el caso.

La obra

Aquel primer congreso de 1991 trazó la línea que mutilaba la espontaneidad, la ingenuidad y la frescura de la infancia, encerrándola en el círculo vicioso de la responsabilidad.

Buscando en la revista digital Somos Jóvenes encontré estas palabras de Fidel en la clausura de ese congreso ..”. me cuesta trabajo a veces llamarlos niños, y no les he hablado como a niños, ustedes serán niños en edad, pero son más que niños en inteligencia, en sentimientos, más que niños en conciencia. Les he hablado como jóvenes, les he hablado como militantes revolucionarios, les he hablado como soldados de primera fila.”

El libreto de este año en el V congreso no se diferencia tanto de los anteriores. Leyendo las noticias en los medios de prensa cubanos confirmo que el énfasis recae en la defensa de la obra de la revolución. Así compruebo que una vez más los adultos imponen su discurso.

La presidenta de la OPJM, insistió en que los estudiantes “ratifican el compromiso de asumir las tareas que les asigna la Patria, y en especial en la batalla económica, mediante una conciencia de productores. Los pioneros cubanos, junto a su pueblo, defenderán siempre la obra y la continuidad de la Revolución.”

El vicepresidente del Consejo de Ministros, José Ramón Fernández, además de darles una extensa conferencia sobre la batalla de Girón les dijo: “Los niños y jóvenes cubanos, dignos herederos de nuestras tradiciones de lucha, deben tener conciencia clara de su compromiso con la historia patria, llena de sacrificio, dolor y esfuerzo.”

Pionero. Foto: Caridad

Como parte importante del evento se regaló el libro Fidel y los Pioneros, publicado por la casa editora Abril, una compilación de sus discursos donde además de explicar quién puede y quién no puede ser un pionero, pueden leerse frases como esta: “Yo estoy seguro, estoy seguro, completamente seguro, de que si el enemigo atacara a nuestro país, si el enemigo agrediera a nuestro país, tendría que enfrentarse incluso a nuestros niños, más tarde o más temprano.”

Los actores

Las cámaras de televisión y el periódico Juventude Rebelde (a veces pienso que tienen la secreta intención de denunciarlo), muestran a los delegados repitiendo frases de adultos a la vez que juran estar dispuestos a cambiar los libros por el fusil en una insistente postura bélica.

Puede verse a una niña preocupada por la producción de café en su provincia, otro que anuncia su deseo de estudiar y prepararse en lo que la patria necesite, dejando a un lado su deseo o interés.

Uno que agradece a su mamá y a su maestro Luis la preparación que le dieron para el congreso, confirmando sin querer que solo representa un papel. Confieso que es una excepción, la mayoría son buenos actores, bien entrenados, con capacidad de memorizar textos largos.

Una holguinera le puso la tapa al pomo cuando confesó su intención de resaltar la responsabilidad de los pioneros con el estudio para dar continuidad al proceso revolucionario cubano. O sea, no estudia por la necesidad de aprender o el placer de saber, sino solo por la utilidad de servir a la revolución. “Proceso que desde los primeros instantes del triunfo revolucionario cubano ha creado las bases fundamentales para que todos seamos verdadera y completamente felices. En nuestro V Congreso debemos referirnos a la necesidad de ser eficientes, estudiosos, incondicionales y revolucionarios, para poder cumplir nuestro compromiso como esperanza de la Revolución y demostrar que cada día los pioneros de toda Cuba estamos ¡Conquistando el futuro!”

¿Qué hacer?

La tristeza me invade cuando escucho a niños y niñas de 9 ó 12 años que solo hablan de política, de deberes, de ser la esperanza de alguien, de tareas a cumplir para quedar bien con los mayores. A esos niños se les exige conciencia clara, compromiso con la historia patria, a una edad en la que aun no se sabe qué es la conciencia y no se establecen compromisos.

No hay dudas de que el adoctrinamiento es tan burdo que solo apela a fórmulas probadas por años, sin arriesgar nada. La falsedad impuesta de los que asisten al congreso y la apatía de los que no asisten, anuncian que el público no se siente motivado con la obra, muchos pioneros no se identifican con los planteamientos que se realizan ni se sienten identificados con los que supuestamente los representan.

Dayana, mi vecina que cursa el sexto grado, me hizo saber que en su escuela dijeron algo, pero a ella no le interesa. Sin embargo, cuando su madre aprovechó para regañarla, la niña juró que sí estaba al tanto. Es así como les enseñamos a fingir, a no ser ellos mismos sino lo que alguien quiere que sean.

No me parece sano instruir con esa carga de responsabilidad y agradecimientos perpetuos, impidiendo la formación de una identidad propia. Es posible que los estudiantes de cualquier edad cuestionen la calidad del proceso de enseñanza, establezcan sus prioridades y defiendan (sin necesidad de los fusiles) sus derechos y deseos; pero para que eso ocurra habría que dar paso a la sinceridad, a la creatividad. Dejar que ellos (si quieren) se organicen como mejor les parezca, y si no se sienten cómodos con la organización que les inventaron, que la disuelvan.

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