La peor enfermedad

Irina Echarry

Foto: Caridad

Domingo en la tarde, la perrita corría de una manera que nos hizo sospechar que estaba perdida.  La llamé varias veces para que no se quedara parada en medio de la calle y ella volvía a buscar a alguien que no encontraba.

De pronto cruzó la calle y yo detrás de ella, entonces vi que un viejito le habló: Vamos niña.

Contenta le dije: menos mal que usted es el dueño, creí que estaba perdida.  A lo que el señor respondió: el que está perdido soy yo.

Costó trabajo entender para dónde iba el anciano, lo que repetía constantemente era que a su casa no podía volver porque había un violador.  Siguiendo su conversación le dimos la dirección que nos pidió y de pronto mi madre recordó que su cara le era conocida.  ¿Usted es el papá de Yamilé?  Sí, pero a mi casa no quiero ir.

De todas formas decidimos llevarlo para allá, porque el señor tenía unas sondas pasadas y además ya se acercaba la noche.  Cuando llegamos a los bajos de su edificio pidió de favor que no lo obligaran a subir.  Le dijimos que se quedara abajo si quería, pero le avisamos al cuñado (también anciano) que ya venía a buscarlo con una frase en la punta de la lengua: ya no puedo más con él, se va de la casa a cada rato.

Mi madre piensa que hicimos una buena acción, pero a mí me quedó en la mente la sospecha: ¿y si el otro es un violador de verdad?  Más tarde pensé que la demencia senil es horrible y lleva por caminos tenebrosos, pero hay algo más triste.

Yamilé se fue de Cuba hace muchos años y luego se llevó a su mamá.  Los dos hermanos que tiene también salieron del país.  Esos dos viejitos viven solos, uno cuidando a otro.  Los dos están enfermos.

La emigración, aunque es una vía muy utilizada para resolver problemas económicos, ha traído consecuencias graves para las familias cubanas.  La separación de los seres queridos engendra soledad, una efermedad difícil de curar.

Irina Echarry

Irina Echarry: Me gusta leer, ir al cine y estar con mis amigos. Muchas de las personas que amo han muerto o ya no están en Cuba. Desde aquí me esforzaré en transmitir mis pensamientos, ideas o preocupaciones para que me conozcan. Pudiera decir la edad, a veces sí es necesario para comprender ciertas cosas. Tengo más de treinta y cinco, creo que con eso basta. Aún no tengo hijos ni sobrinos, aunque hay días en que me transformo en una niña sin edad para ver la vida desde otro ángulo. Me ayuda a romper la monotonía y a sobrevivir en este mundo extraño.

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