Gritos al vacío

Irina Echarry

Dios es amor- foto: Irina Echarry

Caminando por el Vedado escuché unos alaridos que, indiscutiblemente, venían de un ser humano. Aunque al principio creí que podían ser a causa de una disputa, luego comprobé que el muchacho estaba solo.

Digo solo, pero lo rodeaban muchas personas pues se encontraba en la parada de la ruta 195 y un público diverso esperaba la guagua a esa hora.

La sensación que tuve al principio fue la de estar viendo una película humorística.  Todos se reían de aquel hombre que solo gritaba (tal vez para sí mismo): “Seas quien seas Cristo te salvará.  Dale el sí a Cristo en lo profundo de ti.”

Sus palabras iban acompañadas de movimientos bruscos y blandía la Biblia en la mano derecha como si fuera un látigo amenazante o una piedra lista para ser lanzada sobre cualquier pecador. Era un hombre muy joven, vestido a la moda y sus rasgos no denotaban falta de lucidez mental (al menos aparentemente).

No sé si será la cercanía de las elecciones, pero enseguida pensé en esas campañas electorales de las que tanto nos cuentan nuestros abuelos o nuestros padres y que no conocemos los más jóvenes.

Esas en las que hay más de un contrincante y cada bando realiza acciones para sumar adeptos, proponiendo una plataforma política o un programa social para cuando ganen.

Sin embargo, el joven no ponía su mirada sobre nadie en particular, a cada rato lanzaba un grito al vacio: “si quieres conocer el amor dile sí a Cristo” y agitaba los brazos con rapidez a la vez que repartía boletos que explicaban que solo Cristo ama, solo Cristo salva.

Estuve un rato mirando el rechazo que iba generando en los demás aquel hombre que, violentamente, llamaba al amor como si convocara al Servicio Militar Obligatorio y me pregunté: ¿Esos modales conseguirán atraer a alguien? ¿Cómo puede amarse desde la violencia, desde la imposición?  ¿Cómo podemos creer en alguien que se piensa con la Verdad absoluta en la mano?  ¿Qué nos puede enseñar esa persona que ya no tiene nada que buscar, que no le interesa indagar en los laberintos humanos o en los misterios del universo?

Y seguí mi camino con tristeza. Ese hombre no estaba haciendo una campaña electoral, pero recorría el mismo túnel lleno de ego por el que transitan los candidatos al poder, manejaba los mismos códigos de manipulación y, algo muy importante, estaba muy distante de los demás para saber la manera de acercarlos a su objetivo que, a estas alturas, no sé si era el amor o, simplemente, gritar.

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