¿Feminicidios en Cuba?

Irina Echarry

Foto: cubanet.net

HAVANA TIMES – Hace unos días conversé con Andrés, un vecino de Perico, municipio de la provincia de Matanzas, quien me aseguró que el incendio ocurrido el pasado 24 de marzo, en la calle Bernal entre González e Infesta, fue producto de un “ataque de tarros”.  Andrés no vivía en la cuartería que se quemó, pero el calor le hizo saltar de la cama cuando quitaron la electricidad, y fue directo “al chisme”.

“Hacía tres meses que ellos habían terminado la relación; tres meses, y él había salido con otras mujeres”. Andrés no entiende la obsesión del pirómano: “Pero desde que la vio en la calle con otro hombre se volvió loco. Un día le dio una galleta y la amiga que la acompañaba se metió en el medio para protegerla. Él la amenazó con el fuego”. El caso es que “una noche se metió en su cuarto y, como ella no estaba, agarró su ropa y la quemó”. Así comenzó el incendio.

Las casas maltrechas no duraron mucho en acoger las llamas, el humo empezó a salir entre las tablas, en eso llegó una vecina, lo vio y dio la voz de alarma.  Desde una anciana de 90 años hasta niños pequeñitos, todos tuvieron que correr a las tres de la madrugada. Hubo que ayudar a uno, a quien la borrachera no dejaba entender lo que sucedía.

Siete casas quedaron destruidas, otras dos con daños más leves. Muchas personas pudieron haber resultado heridas o muertas. El hombre huyó y, al mes, lo capturaron en Pinar del Río. Las nueve casas ya fueron reconstruidas, solo les falta algunos detalles, y a los afectados les han dado sábanas, lavadoras rusas, etc. Al menos, es una ayuda. Pero Andrés tampoco entiende por qué  “el del Gobierno que vino a inaugurar las casas nuevas dijo que están investigando, que se desconocía el móvil del incendio, pero si todo el mundo sabe lo que pasó”.

Ay Andrés, el móvil no fue un “ataque de tarros”, el incendio fue producto de la violencia machista y esta, fruto de una cultura patriarcal que induce a los varones a comportarse como si el cuerpo de las mujeres fuera de su propiedad. No te sorprendas, es difícil que un funcionario gubernamental reconozca que fue un intento de feminicidio, que por suerte no llegó a ocurrir, pero si se hubiese consumado tampoco dirían esa palabra.

Quizá la gente la hubiera culpado a ella por andar con otro, o lo hubieran justificado a él porque estaba muy enamorado. Si acaso, el hecho pasaría a incrementar alguna fría estadística del acápite Agresiones, en el Anuario Estadístico de Salud. En nuestro país no se visibilizan los índices de criminalidad por género ni los castigos a los abusadores, quienes la mayoría de las veces solo deben pagar multas ridículas o son encausados en procesos que no tienen especificidades de género; ni el Código Penal ni el Código de Familia tipifican como delito ese tipo de violencia.

Por cierto, en ese mes que duró la captura del exnovio, la muchacha debe haberse sentido muy insegura, pues tampoco contamos con casas-refugios adonde las abusadas o acosadas puedan ir buscando amparo. Desde 1990 las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia son una guía emocional y terapéutica para quienes acudan a ella, pero no hay lugares seguros a donde las víctimas puedan trasladarse y estar alejadas, sin temor de que el maltratador las encuentre.

El incendio de Perico ya pasó a la historia, así como el asesinato de Taimara Gómez Macías (29), de Cárdenas, en la provincia de Matanzas a finales del año 2016, o el de Leidy Maura Pacheco (18), en Cienfuegos, y el de Misleydis Gonzáles García (47), en Ciego de Ávila –los dos  ocurridos en 2017-, y otros más. De esos sucesos siempre nos enteramos por la prensa independiente o los comentarios que circulan por “radio bemba”.

Ahora mismo, la semana pasada, ocurrió otro crimen horrible en la ciudad de Cienfuegos. Un joven apuñaleó a su exesposa, quien estaba embarazada, y a la madre de esta – las dos murieron.

El asesino seguramente será juzgado por asesinato múltiple, premeditación y alevosía, etc. -en Cuba hombres y mujeres somos iguales ante la ley-  sin especificar que su condición de expareja -y machista posesivo- influyó en la decisión de matar a la muchacha, es decir, sin el agravante que le corresponde. ¿Si no tenemos las cifras de asesinatos por cuestiones de género, cómo podemos reconocer el problema, hacerlo nuestro, pensarlo?  Ahora fueron Daylín Najarro Cause (36) y su madre Tomasa Cause Fabat (64), pero mañana puede tocarle a cualquiera de nosotras.

A pesar de que hace años se realizan algunas campañas en contra de la violencia hacia mujeres y niñas, y existen leyes que facilitan la vida de las mujeres, no existe en Cuba una política de Estado para enfrentar el asunto en sus varias aristas. Por el contrario, el problema no es reconocido como crítico y en ascenso.

La mujer sigue a las órdenes y disposiciones de los hombres que gobiernan el país. En la Asamblea Nacional ahora somos mayoría, pero no tenemos la capacidad real de cambiar las cosas. Lamentamos estas muertes, sin embargo, son resultado de una larga experiencia de vida sumida en la dinámica del machismo.

Ojalá me equivoque y nuestras diputadas se enfoquen en este tema. Necesitamos transparencia en las estadísticas, que se tomen en serio y se publiquen las cifras de las víctimas y los castigos a sus agresores, para que nadie quede en la ignorancia. Necesitamos un cuerpo legal específico que sancione a los maltratadores y asesinos de mujeres, una política que haga énfasis en la educación y en la deconstrucción de mitos que el imaginario colectivo ha establecido como dogmas.

 

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