El buen Estado

Irina Echarry

Que cuando somos pequeños nos hagan creer que alguien puede sacarnos caramelos de las orejas, o que la niña con trenzas que se sentaba en la mesa de alante no vino a la escuela porque el papá viajó al cielo, o que la nariz nos crecerá si mentimos, esas cosas una las entiende cuando crece.

Lo que no perdonamos es que nuestros padres nos sigan tratando como niños una vez que alcanzamos cierta cantidad de años y vivimos nuestras propias experiencias.  O que las personas más viejas nos quieran imponer sus leyes,  pensamientos o rencores.  Como tampoco aceptamos que nos quieran demostrar las bondades que no poseen.

Algo parecido está sucediendo ahora mismo en Cuba.

El buen Estado se manifiesta y hay que aplaudir su magnanimidad.  Ha tenido la amabilidad de escuchar los reclamos de la Iglesia (aunque no ha querido atender los de otros cubanos y cubanas), ha prestado atención a extranjeros que han servido de mediadores, incluso, ha decidido que alguien que está dispuesto a morir, no lo haga y también ha tenido en cuenta sus condiciones.

¿Es que se ha operado de los oídos?  ¿Ya no es tan sordo?  En verdad creo que escucha lo que le conviene y lo maneja a su antojo.

De pronto, el mismo Estado que ha encarcelado a gente por escribir lo que piensa, que no reconoce a los presos políticos, que se muestra irreversible en su política contra la disidencia, ese Estado ha dado muestras de una “bondad” extrema y ha dejado a todos sin palabras.

Las esposas de los presos reconocieron la sorpresa con la noticia de la liberación de 52 ellos, cuando ellas pensaban que liberarían solo a unos cuantos.  Fariñas dejará su huelga (por suerte) en espera de que se cumplan las promesas.  Los presos, una vez libres, podrán salir del país si lo desean, pero más aún, se les respetarán sus propiedades, algo que no se hace con los demás ciudadanos cubanos que abandonan la Isla.

¿Ese cambio es porque se volvió “bueno” o porque reconoce sus errores?  Como sea, es difícil creer que alguien se vuelve bueno de un día para otro.  Y si cree que se equivocó ¿por qué no se disculpa públicamente?  ¿O será que, cual un padre autoritario, solo le interesa demostrar su poder?