El amigo de mi madre
Irina Echarry
Mi madre tiene un amigo en el barrio. No es nada extraordinario pues vivimos en el mismo sitio desde hace muchos años. Aunque Jorgito no vive en la cuadra, ni siquiera en Alamar, o sea, no es un vecino. Jorgito es el carnicero que nos toca, el encargado de repartir a su antojo lo poco que llega a la carnicería.
La gente habla maravillas de su buena forma, de lo agradable que es y de lo rápido que despacha. Cuando llega un producto enseguida se dispone a trabajar hasta de noche. Siempre tiene buen humor y cuando a mi madre se le hace tarde o no puede comprar algo en su debido tiempo (a los tres días los productos se vencen) él se lo despacha en cualquier momento, incluso a veces se lo entrega cuando traen la segunda “vuelta” del producto.
¿Cómo surgió la amistad? El muchacho vive cerca de donde ella trabaja, pasa a verla con la esposa y el niño, le lleva meriendas. En la última edición de la feria del libro, mi madre tuvo que ayudar con la venta en el stand de su centro de trabajo y casualmente Jorgito pasó por ahí, cuando supo de las condiciones en que tenía que pasar toda la tarde (al sol, sin agua para beber y la comida a precios altos), le compró comida y refresco para que pudiera merendar. Las demás personas que la acompañaban solo pudieron comer algún pancito.
¿Cuál es el problema?
Aparentemente ninguno, la amistad es siempre bien recibida. Pero resulta que mi madre no puede reciprocar a su amigo. Ella es una simple periodista que malvive de su salario.
Cuando supo que la esposa del carnicero estaba embarazada le regalo un libro sobre los cuidados a los recién nacidos, de su autoría. Se rompe la cabeza pensando qué le puede obsequiar a una persona que cada día tiene más cadenas de oro en el cuello, que anda en moto, que tiene los bolsillos llenos de dinero y que no es amante de la lectura ni los detalles poco prácticos.
Por mi parte no sé hasta qué punto considerarlo “buena persona” como los demás, aunque no me resulte desagradable su trato. Al fin y al cabo su nivel de vida y su fama de bueno lo tiene a costa de la ración que nos quita a todos.
Si tuvieras que mantener un hijo, una mujer y llevar una casa con un salario irrisorio ¿qué harías?: luchar, eufemismo de «robar al prójimo o al estado». Quién tiene la culpa: la república con sus ineptos paradigmas de economía, no jorgito. Probablemente cuando él nació éramos ya todos discípulos (por obligación) de marx y lenin.
Iri, considero el dilema de tu madre, en principio es bastante ilógico que una persona que, entre otras cosas, tiene la capacidad de escribir libros, deba «pasar las de Caín» para llegar a fin de mes con un salario Irrisorio, ella y tú deben hacer malabares con nuestros miserables salarios (porque que yo sepa eres tan cubana como todos nosotros y vives Dentro de Cuba). Pero no tengo conocimiento de que ni tú ni ella hayan robado alguna vez a un vecino, o a cuaqluiera, incluyendo al Estado. Es demencial que tu madre no tenga con qué corresponder a una persona que vive de lo poco que el Estado nos «otorga» por la libreta de abastecimientos. ¿Robar está justificado?
Creo que en nuestro sistema, como en el otro, el capitalista, es difícil subsistir de manera honesta. La honestidad cada vez es más difícil de encontrar. Sentirse bien con uno mismo es tan difícil…pero creo que eres una de las pocas personas que conozco que logran dormir con tranquilidad…aunque no tengas nada material que regalarle a tus amigos.
«Parece que acá el dilema radica en el kilataje de las cadenas de jorgito, pedrito, malenita, yuleidis y demás <>; de la pureza de ese oro es donde deberíamos centrar el debate»…