Calor y sexo en la Habana

Irina Echarry

Victoria juega con sus senos ante la cámara, los pellizca, se los muerde, los acaricia. Es el inocente preámbulo del combate que enfrentará. ¿Su adversario?  El placer.

Durante más de media hora (tiempo que dura el video casero editado) Victora se faja con el placer.

Lucha por satisfacer al extranjero que la filma, salta sobre él, se mueve, sonríe a la cámara, se introduce el pene por todos sus orificios… pudiera disfrutar mucho, pero Victoria no se relaja. Está todo el tiempo pendiente de la cámara y en función del macho, concentrada otra vez en satisfacerlo. Y así sucesivamente…

¡Pornografía cubana!  Dice un amigo mientras cuenta que, en las últimas fotos de muchachas desnudas que vio, reconoció algunos rostros.

No sé por qué se asombra. Es cierto que hay un boom pornográfico en las calles de la Habana, pero es comprensible. Existen condiciones favorables para que este boom se convierta en algo duradero.

Durante muchos años la pornografía ha sido vista como un estigma de la sociedad capitalista y corrupta, algo lejano a lo que nuestros dirigentes esperan de nosotros. Eso deriva en un ansia reprimida de conocer lo prohibido, que cuando se desata es difícil detener. Esa ansia reprimida es ayudada por las altas temperaturas. El calor despierta el erotismo.

Ya sabemos que nuestro clima es sofocante, el sudor descubre las curvas y los músculos de cualquiera, por mucha ropa que lleven encima (que no es el caso).

El pasado mes de mayo algunos pudimos disfrutar de un ciclo de cine erótico. A alguien se le ocurrió que no hacía falta aire acondicionado en el cine La Rampa y entonces el público escuchaba gruñir a Marlon Brando desnudo en El último tango en parís y se inquietaba. La gente (en este caso eran hombres) se movía dentro del cine de una fila a otra, quizá tratando de refrescar o quizá buscando un poco más de calor (humano).

La llegada al país de cámaras de video más manejables y de memorias flash o cds o discos duros para divulgar lo filmado, hace que las filmaciones amateur se propague a una velocidad vertiginosa y el mercado underground ofrezca a muchachas cada vez más jóvenes en las más variadas posiciones.

Hombres y mujeres de la Habana actual dan un enfoque mercantil al deseo, algo que ocurre en todas las sociedades, pero que en Cuba parecía muy lejano.

El ser humano necesita fantasear, canalizar el morbo que tenemos dentro y nada mejor que las imágenes (ya sean escritas, reflejadas en fotos y videos, o en vivo).

Si va a existir, sería bueno que la pornografía cubana fuera menos sexista, que las Victorias se relajaran y alcanzaran el mismo grado de satisfacción que los hombres, en fin que se dejaran seducir por el placer.

Irina Echarry

Irina Echarry: Me gusta leer, ir al cine y estar con mis amigos. Muchas de las personas que amo han muerto o ya no están en Cuba. Desde aquí me esforzaré en transmitir mis pensamientos, ideas o preocupaciones para que me conozcan. Pudiera decir la edad, a veces sí es necesario para comprender ciertas cosas. Tengo más de treinta y cinco, creo que con eso basta. Aún no tengo hijos ni sobrinos, aunque hay días en que me transformo en una niña sin edad para ver la vida desde otro ángulo. Me ayuda a romper la monotonía y a sobrevivir en este mundo extraño.

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