Algo anda mal, mal anda algo…

Irina Echarry

Omnibus de La Habana. Foto: Rafiki

Así cantaban Los aldeanos en mi oído derecho gracias a un señor que disfrutaba su iPod dentro de la guagua. El viaje al Vedado se hacía insoportable entre el calor, la gente tan pegada unas con otras y la música que me obligaban a escuchar. Estuve a punto de bajarme y esperar otra guagua…pero… ¿y si no hay otra?

Alamar es un termómetro para medir la temperatura del transporte en la capital. Señales de alarma aparecen todos los días: gente botada en plena calle, las guaguas repletas, choferes que no respetan las paradas establecidas y obligan a las personas a correr para poder montarse, horarios violados.

De pronto, como para desestabilizar a cualquiera, sucede que un día salgo y el transporte está buenísimo, como si no pasara nada.

Vivo frente al paradero de Alamar y veo cómo poco a poco los ómnibus van dejando de funcionar. Las rutas que instauraron hace unos meses ya no responden a las necesidades de la población y todos estamos angustiados.

¿Acaso volveremos a la situación estresante de los años 90?  Es probable que sí. Oficialmente no se habla de la situación real. “Hay problemas” es una frase más que conocida, pero la verdad es que estamos entrando a una crisis del transporte urbano.

Todos los días se rompe alguna guagua y el público debe trasladarse debajo del sol, caminando durante varios minutos hasta el lugar donde puedan montarse en otra (cuando pase) o hasta su punto de destino.

Lo raro no es que dejen de funcionar los ómnibus, lo raro que es que quien compró las guaguas no se acordó de garantizar piezas de repuesto para, llegado el momento, tenerlas a mano.

Por suerte vivo en un quinto piso, tengo el privilegio de verlo todo desde las alturas, las guaguas (saliendo y entrando, o paradas), y también los flamboyanes florecidos de la entrada de la terminal, por ahora tengo ese alivio.

Irina Echarry

Irina Echarry: Me gusta leer, ir al cine y estar con mis amigos. Muchas de las personas que amo han muerto o ya no están en Cuba. Desde aquí me esforzaré en transmitir mis pensamientos, ideas o preocupaciones para que me conozcan. Pudiera decir la edad, a veces sí es necesario para comprender ciertas cosas. Tengo más de treinta y cinco, creo que con eso basta. Aún no tengo hijos ni sobrinos, aunque hay días en que me transformo en una niña sin edad para ver la vida desde otro ángulo. Me ayuda a romper la monotonía y a sobrevivir en este mundo extraño.

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