A propósito del 8 de marzo

Irina Echarry

Ilustración: begocris.wordpress.com
Ilustración: begocris.wordpress.com

HAVANA TIMES — Armando, Juan o Yuniel – lo de menos es el nombre – se levantó, como de costumbre, sobre las seis de la mañana. Mientras se preparaba para comenzar la jornada recordó la fecha y felicitó a la madre, la esposa o la hija. Incluso, lo más probable es que le haya regalado la postal que el Ministerio de Comunicaciones diseñó para esta ocasión y que seguramente estuvo llena de flores y frases edulcoradas.

En el trayecto al trabajo o la escuela, felicitó a todas las mujeres que se cruzaron en su camino, con una sonrisa matizada – según lo merecieran las circunstancias – con cursilería o lascivia, o ambas. En resumen, pasó el día prodigando “felicidades” al sexo opuesto; en definitiva, esa es una palabra que se dice fácil.

Esa rutina de Armando, Juan o Yuniel, se repite cada año el octavo día de marzo; y las mujeres cubanas la esperan con beneplácito. Ese día, quizá, en el trabajo o la escuela, los hombres sirvan la mesa de sus compañeras a la hora del almuerzo; en algunos lugares se preparan fiestecitas para celebrar la jornada y, donde hay pocos hombres, son las propias mujeres quienes se inventan la “actividad”.

Mientras, en la misma fecha, los medios audiovisuales no nos brindan mejores escenas sino programas musicales rebosando kitsch, propaganda política donde casi siempre aparece la mujer como un ente pasivo hasta que la revolución le insufló la vida, publicidad a base de flores y mariposas que recalcan la ternura, y —no podían faltar— documentales, entrevistas y/o reportajes sobre la labor de la mujer cubana en las fuerzas armadas o en el Ejército Rebelde.

Es cierto que Cuba ha logrado avances significativos que hacen la vida de las cubanas más llevadera. Si de leyes hablamos, no podemos negar las que amparan a las embarazas (durante y después del parto), la igualdad de salario con el hombre (sea cual sea el sueldo, es parejo para ambos sexos), el derecho al voto (independientemente del sistema electoral que rige en la Isla, desde la década del 30 del pasado siglo nadie queda excluido); la custodia de los hijos o Patria Potestad (que comparten la madre y el padre). Así como otros muchos derechos que disfrutamos y, por cotidianos, olvidamos que en otros lugares del mundo son una quimera para algunas familias, como el derecho a la salud, a la educación, al agua potable o a la alimentación, por solo mencionar algunos.

No sé si eso “justifica” que la celebración del Día Internacional de la Mujer en Cuba, para las mujeres y hombres de a pie, se reduzca a esas superficiales “felicitaciones” y haya sido despojado de todo su contenido político.

Muchas de las personas que me rodean, más allá de no saber a ciencia cierta cómo y por qué surgió el Día internacional de la Mujer, creen que no hay motivos para algo más que las frívolas felicitaciones. Pregunté a unas cuantas conocidas, de diferentes niveles educacionales, y solo una comentó la connotación histórica de la fecha. Claro que mi interés no era hacerles un examen, en realidad da lo mismo si sabemos cuál fue el momento exacto de arrancada, pero sí me parece que no se debe olvidar lo que la motivó. En cada marcha, huelga, reunión o comunicado que antecedieron al primer Día Internacional de la Mujer celebrado en la historia, había demandas concretas: ya fuera el derecho al voto, la reducción del horario de trabajo, mejoras en las condiciones laborales, igualdad de salario, trabajo, paz o el fin de la discriminación que padecían como parte de la sociedad y en la propia familia, entre otras muchas.

En Cuba, entre el rechazo a la propaganda política y el acomodo al kitsch, hemos dado paso al olvido y a la aceptación de frases como esta que aparece en la “Enciclopedia” cubana EcuRed:

Durante décadas la fecha fue de reclamos femeninos, mas ya a partir del Triunfo de la Revolución el contenido de las actividades por este día es de alegría y reconocimiento a las féminas cubanas, quienes tienen ganado un papel importante en la sociedad”.

En un escenario como el nuestro, donde la sociedad se ha auto-limitado dejándose mutilar la iniciativa por los dirigentes en el poder, son pocas las opciones que vemos para seguir la lucha en un marco de respeto y de cierta libertad individual; pero se puede intentar.

Lo primero es no olvidar que somos seres pensantes y sociales, y actuar en consecuencia. A las cubanas y cubanos nos queda mucho por hacer en todos los espacios; en el doméstico y en el público, así como dentro de cada persona. No se trata solo de cuestionar leyes, políticas gubernamentales, prohibiciones; sino de cuánto nos preocupa el tema en cuestión y de cuánto estamos dispuestos a perder o ganar en la conversación con nosotros mismos.

Un tema sensible a resolver es la recuperación de los espacios públicos para exigir nuestras reivindicaciones sociales y políticas, para hacer valer nuestro punto de vista y discutirlo en comunidad. ¿Por qué tendría que salir alguien a golpear a quien exige pacíficamente sus derechos? Eso lo hemos vivido en algunas marchas de las Damas de Blanco; es vergonzoso que mujeres con flores provoquen tal ira. Sin embargo, esa es la parte mediática, la que se divulga e indigna, pero en cada cuadra pudiera estar ocurriendo lo mismo: el acoso al diferente, ya sea por sus ideas políticas, su orientación sexual, su coeficiente de inteligencia, su elección del modo de vida alejado de la media, sus bajos ingresos económicos. Ese acoso es “aceptado” y, lo peor, como no trasciende la cuadra, nadie lo repudia.

Hay algo preocupante que merece un análisis serio: son pocas las madres que quieren que sus hijos acudan al llamado del Servicio Militar Obligatorio, nadie entiende que al niño le entreguen un fusil a una edad tan temprana, en un país que no está en guerra. Sin embargo, ¿quién se atreve a cuestionar esa ley? Una ley que hace perder a nuestros hijos —en pos de un supuesto combate con el enemigo— años importantes de su juventud, adquiriendo o reforzando conductas autoritarias y machistas que luego llevarán a la práctica en sus relaciones interpersonales.

Las estudiosas de género acumulan conocimientos y los proyectan solo en la Academia, pero en general las mujeres seguimos, junto a los hombres, hundidas en el más profundo machismo, de donde algunas no quieren —o creen que no tienen por qué— salir. Así mismo, el desconocimiento hace que algunas mujeres (sobre todo artistas conocidas de la televisión cubana) se crean “feministas”, manifiesten en público ser mejor que los varones y se pongan a tono con el tema del grupo musical Caribe Girls: “a los hombres hay que hacerlos picadillo”. En las salas de legrados es común escuchar a las damas proferir improperios sobre los hombres, si alguien se atreve a decir algo tan tonto como: “no todos son iguales”; las miradas de extrañeza la cubrirán y ya no será bienvenida en la conversación mientras esperan el turno para la anestesia.

Cada año se ocultan las cifras de los crímenes pasionales ocurridos en el país, estos actos generalmente enmascaran una violencia discriminatoria contra las mujeres; aunque es cierto que también hay damas capaces de todo cuando están “henchidas de pasión”. Una demanda podría ser la urgencia de visibilizar los índices de criminalidad y los castigos que reciben los perpetradores.

Los videos clips y las películas siguen mostrando a la mujer —y desde hace un buen tiempo también al hombre— como carne y, claro que somos carne, pero no solo eso. Es la misma postura del personal de salud. Cuando una entra a una consulta, sobre todo de ginecología, deja de ser persona para convertirse en un órgano: vagina, ovarios, útero, etc. ¿No existe una política de respeto al Ser Humano en el Ministerio de Salud Pública o son los galenos (sin distinción de sexo) quienes deciden tratar el cuerpo y olvidar el alma, las emociones?

Sin dudas, uno de los mayores reclamos de esta época, y que repercutirá en el futuro de Cuba, debería ser que el acceso de nuestros hijos a las escuelas no implique el adoctrinamiento político, una estrategia del Ministerio de Educación en total complicidad y avalada por la dirigencia del país.

Actualmente, a pesar de que compartimos problemas comunes dentro y fuera del hogar, las mujeres del país estamos desunidas. Ingresamos por inercia a la única organización femenina legal. Nadie se pregunta si tiene sentido afiliarse a una Federación que no conoce nuestros verdaderos reclamos, que no nos representa. Seguimos la corriente y cuando la muchachita llega a los 14, automáticamente entra en las filas de la FMC. Nadie se cuestiona (ni la misma jovencita) si quiere pertenecer a una Federación envejecida, cuyo emblema nos muestra a una mujer armada. Aunque no nos identifiquemos con ese fusil que cuelga de su hombro no podemos —si se nos ocurriera, si lo necesitáramos— crear otra organización femenina; no nos está permitido.

Así nos conformamos, pero las mujeres que lucharon, por ejemplo, por el sufragio femenino, lo hicieron precisamente porque no estaba permitido, porque ellas no contaban en la vida política, económica y social de sus países; y poco a poco lo lograron. Costó grandes sacrificios y mucho tiempo.

Pero nuestro mayor freno es la apatía, el inmovilismo, el temor de poner en entredicho nuestra forma de entender la vida, el poco interés en salir de la zona de confort y sufrir las consecuencias. Si el próximo 8 de marzo los hombres decidieran no felicitar como autómatas, solo porque toca y, al mismo tiempo, las mujeres resolvieran no aceptar las felicitaciones como si todo estuviera Ok, sería un buen comienzo para dar otro significado a la fecha, y a nuestras vidas.

 

Irina Echarry

Irina Echarry: Me gusta leer, ir al cine y estar con mis amigos. Muchas de las personas que amo han muerto o ya no están en Cuba. Desde aquí me esforzaré en transmitir mis pensamientos, ideas o preocupaciones para que me conozcan. Pudiera decir la edad, a veces sí es necesario para comprender ciertas cosas. Tengo más de treinta y cinco, creo que con eso basta. Aún no tengo hijos ni sobrinos, aunque hay días en que me transformo en una niña sin edad para ver la vida desde otro ángulo. Me ayuda a romper la monotonía y a sobrevivir en este mundo extraño.

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One thought on “A propósito del 8 de marzo

  • Pues coincido contigo IRINA en que no tenemos nosotras las cubanas una organiazción legal que nos represente.Sólo esa FMC pantalla que no sé ahora pero en mi época sólo otorgaba un paquete de intimas por mes. Ahora debe ser peor. Una de las leyes que no se deben perder es el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo y el gobierno tiene que empezar por garantizar los condones. La doble jornada ni se ha discutido ni se mantiene como reivindicación femenina.¿y los círculos infantiles? ¿y los establecimientos decorosos para las personas de la tercera edad? y ¿los servicios de tintorería?Ninguno de estos servicios se han priorizado dejando la carga de la doble jornada no retribuída y la responsabilidad mayoriataria de la atención a los hijos y a los ancianos.
    Muchas reivindicaciones nos quedan y también las políticas y civiles. Es tabú referirise e investigar la violencia de género, las leyes no protegen a las mujeres de la violencia masculina, multas risibles a los victimarios y ausencia de casas de protección de las mujeres golpeadas. Políticamente hablando la mujer sigue sometida a las órdenes de los hombres, militares por demás que gobiernan el país.Las compañeras sólo son buenas asistentes y si llegan a ministro siguen sumisas a la política oficial. La representación formal de la mujer está en la Asamblea nacional del Poder popular pero su voz está amordazada frente a las políticas del gobierno, que exige unanimidad en cada disparate que genera.
    Hasta que no podamos ser autónomas del gobierno, el 8 de marzo es una fecha de resignación en Cuba para las mujeres. Las golpizas a mujeres indefensas es práctica gubernamental contra las Damas de Blanco como bien señalas.

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