Acceder a Cuba
Graham Sowa
Llegar a Cuba para un ciudadano estadounidense requiere de muchas preguntas y pocas respuestas. Es una aventura ilegal para la mayoría de los estadounidenses, totalmente burocrática para aquellos que tienen familia en la Isla, y excesivamente complicada para los que tenemos licencias especiales, tramitadas por personas con conocimiento profesional.
Como estudiante de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), pertenezco al último grupo. La organización que facilitó mi matrícula fue Pastores por la Paz, radicada en Nueva York y con décadas de existencia.
Llegamos en marzo de este año a Cuba, pero esto fue solo el final de un proceso que comenzó dos años antes. Llené una solicitud para la ELAM que estaba disponible en la página digital de los Pastores por la Paz, y después esperé. La buena noticia llegó cuando, unos meses más tarde, me invitaron a que me presentara en una entrevista, que se realizó en junio de 2009, en Nueva York.
Uso la palabra entrevista solo para que sea más fácil para aquellos lectores familiarizados con el proceso de matrícula de una Escuela de Medicina en cualquier lugar. En realidad nuestra “entrevista” fue un retiro de dos días, con todos los solicitantes invitados ese año. Respondimos a nuestras preguntas, sin embargo, muchos de nosotros salimos del retiro con la idea de que obtener respuestas significaba acceder a Cuba. Nos pidieron anotar una fecha provisional de partida “algún momento al final de la primavera”.
Directo a La Habana
El viaje en avión duró una hora desde Cancún. Esto fue poco tiempo para poder disfrutar de mis primeros sabores de productos cubanos reales (Tu Kola y un caramelo duro), pero sí fue suficiente para agradecer que nuestro viejo avión ruso nos llevara a nuestro destino.
La cantidad de equipaje que trajimos mis compañeros de estudio y yo reflejaban nuestro deseo de aferrarnos al materialismo norteamericano mientras durara los “power bars” y la mantequilla de mani. Quizás las maletas repletas de cosas indicaban que llegábamos a Cuba con suposiciones y no con claras respuestas del cambio de estilo de vida que enfrentaríamos.
En los nueve meses que han pasado desde que desempacamos e intentamos descubrir dónde colocaríamos todo lo transportado, hemos tenido la oportunidad de averiguar por qué las preguntas sobre las experiencias que tendríamos en Cuba eran tan difíciles de contestar.
Ni Cuba ni la ELAM se pueden explicar desde Estados Unidos. Las preguntas reciben respuestas verbalmente, por anuncios hechos en clase, y escritos en pizarras una semana antes del examen. Si no vives aquí nunca podrás saber.
Si algún estudiante estadounidense se queja por tener que recopilar información de numerosos programas y por los procedimientos para llenar solicitudes de las escuelas de Medicina, entonces lo exhorto a que deje a un lado esa última versión de Guía de Admisión de las Escuelas de Medicina Norteamericanas y se una a mí en Cuba.
No venimos aquí con la palabra exacta de la realidad que encontraremos. Nuestra búsqueda de información y respuestas es diaria, requiere de múltiples interacciones humanas, un poco de esfuerzo, y la buena suerte.