Francisco de Miranda y el machismo

Dmitri Prieto

Francisco de Miranda, Photo: Wikipedia Commons
Francisco de Miranda, Foto: Wikipedia Commons

Desde no hace mucho, la ciudad de La Habana cuenta con un monumento al precursor de la independencia hispanoamericana, el venezolano Francisco de Miranda.  Me gusta esa estatua, que está a la entrada de la bahía de La Habana. No es muy grande; Miranda aparece caminando, como avanzando hacia la ciudad, con su espada colgando del cinturón, con una mirada concentrada. Tiene el mar detrás.

Me atrae mucho ese prócer de la historia de Nuestra América.  Me atrae porque es un hombre increíble por lo que logró hacer, por su destino trágico, y, desde que leí sus diarios rusos, también por su explícita masculinidad.

La familia de Miranda tenía mucho que ver con Cuba, él conocía la isla, pero su trabajo conspirativo a favor de una Patria Grande que abarcara la América Española toda, lo hizo viajar mucho también por Europa.

Sus peripecias son las de un gran aventurero del siglo XVIII.  Es extremadamente interesante estudiar sus relaciones con las cortes y los políticos europeos; seguir su pensamiento, sus componendas políticas, su trabajo de verdadero gran diplomático.

Diplomático con la particularidad de que no representaba a ningún país existente. Era un verdadero embajador de una nación futura. Una vez se apareció en la Corte rusa de Catalina II La Grande vistiendo un traje de coronel español. El embajador de España protestó con la Emperatriz, alegando que se trataba de un enemigo de su Rey, pero Catalina magnánimamente ripostó diciendo que Miranda a partir de ahora sería coronel del Ejército de Su Majestad de todas las Rusias.

Y Rusia no le falló a Miranda; excepto durante el periodo de la guerra contra Francia (y Miranda estaba de parte de Francia), siempre hubo para sus proyectos dinero disponible en todas las legaciones del Imperio Eurasiático (y americano en esa época también, pues Rusia tenía Alaska). Miranda hacía uso generoso de esos recursos en sus andanzas. Pero siempre fue un hombre de sangre latinoamericana.

Pues me sorprendió al leer sus Diarios de Moscú y San Petersburgo (que leí precisamente para enterarme de qué pensaba Miranda sobre Rusia, por la que tuvo que viajar), como el Precursor tomaba cuidadosamente nota no solo sobre el funcionamiento de las instituciones educativas y gubernamentales, de las industrias, del ejército y de la policía en el Imperio de Catalina, sino también sobre sus encuentros nocturnos con las muchachas rusas.

Miranda nos comunica cómo a través de sus acompañantes localizaba a las chicas para compartir la cama después de las actividades diurnas. Las habilidades especiales de algunas chicas recibieron una alta calificación del Precursor.

También aparecen reportados los gastos monetarios que hubo que hacer para costear esas actividades. Pero no es Casanova ni el Marqués de Sade el que escribe; por ello, no encontramos más detalles que esos. Diplomático experto en fin, Miranda oculta los detalles de sus modos propios de involucrarse en el ejercicio del poder.

Era la época de la Diosa Razón, y Miranda militaba firmemente bajo su bandera.

Algunos dicen que Catalina II (también una especie de diosa para Miranda, que igualmente compartió con él su bandera), enérgica mujer de origen alemán que llegó al poder mediante una especie de conspiración, no desdeñó sus favores masculinos.

Debió ser fascinante para la Emperatriz compartir la cama con el súbdito español huidizo y ferviente republicano (aunque para ser franco era una época cuando la distinción entre la república y la monarquía no estaba tan clara como lo es hoy; probablemente tampoco en la cama era así).

Miranda no habla de Catalina en su diario más allá de sus funciones oficiales como gobernante autócrata de Rusia.

Me atrae la idea de que los fundadores de nuestras repúblicas eran también seres humanos, dotados de su respectivo rol de género. Tomo nota de los cambios ocurridos desde su época. Cambios que me fascinan.

Me alegra que hoy la política no se haga como en el XVIII.

Ojala tengamos más gente del talento de Miranda.  Pero ya no es época de componendas.  Y el rol de las mujeres ya rompe con los patrones de la autocracia y la cama.

Los cubanos sabemos que “macho” es un concepto que incluye pero trasciende la actividad propiamente sexual.  Entonces, pregunto: ¿Cuán “macho” es la política que tenemos?  ¿Cuán “macho” es la política que necesitamos? Si las mujeres hablan más y todos escuchamos sus voces, quizás tendremos  la respuesta buscada.