Un virus llamado Adiós

Por Fabiana del Valle

Por Fabiana del Valle

HAVANA TIMES – Las niñas jugaban desde temprano en la piscina inflable y parecían aburridas.

“Tío ven con nosotras”, repetían cuando él pasaba cerca.

El calor, los tragos o la insistencia le tentaban. Con el agua a los tobillos cabecearon con la canción “Right Now” de Korn. Grabé con el móvil aquellos minutos de algarabía infantil. Necesitaba tanto absorber esa inocencia, llenar con risas el vacío ocasionado por la reciente partida de mi padre.

A pesar del cándido humor que las menores intentaban ofrendar los adultos seguíamos otra sintonía. Esta era una fiesta de despedida. Un padre, esposo, amigo se aventuraba buscando una vía de escape. Los diálogos eran cortos, las sonrisas fingidas, al fondo como banda sonora de nuestro drama se escuchaba música rock.

Caía la tarde

. Las niñas jugaban en el patio con un pollito moribundo encontrado en las hojas secas. Ellas decían que era hermoso no obstante el animal estaba desplumado, flaco, sin fuerzas.

Pronto el ave pasó a segundo plano. Al botar el agua de la piscina finos arroyos surcaron el patio. Las chicas los cruzaban dando saltos mientras se decían una a la otra:

“Amiga apúrate, nos van atrapar los guardias”

“Dale amiga, mira, ahí está el Rio Bravo”

“Ayúdame, me ahogo, dame la mano”

“Vamos, tú puedes”

“¡Lo conseguimos!”, se abrazaron entre los charcos celebrando el triunfo.

Nada de esto nos pasó inadvertido. Nos miramos, las carcajadas no tardaron en llegar lo que incitó más la euforia de las niñas. Los cubanos no perdemos la costumbre de reírnos en las desgracias, de hacer memes con lo mal hecho. Quizás es un mal funcionamiento en nuestros genes o simple supervivencia.

Ese día deseé poder leer sus pensamientos. Le observaba, seguía cada gesto buscando algún síntoma de arrepentimiento, algo que activara de nuevo el pánico sentido en los primeros meses de relación.

Cuando nos encontramos hace ocho meses estaba decidido a irse del país. Fue una de las primeras cosas que me dijo. Tenía casi todo, el dinero, la vía, la disposición, un objetivo; recuperar a su hija. No la ve desde que se la llevó la madre hace diez años y apenas tiene noticias suyas.

Pero todo comenzó a fallar: la vía era un fraude, el dinero no era suficiente para buscar otras soluciones o fue mi presencia en su vida quien menguó la disposición antes poseída, el objetivo continúa ahí como una daga en su pecho. Lo sé, aún quiere irse, aquí no le queda nada.

Hemos construido una relación basada en la confianza absoluta, en el respeto, en la amistad que nos vincula más allá del amor o el sexo. Por eso lo conozco bien, comprendo lo que piensa antes de que lo exprese.

“Solo me voy si es contigo”, repite cuando en su lista de amigos hay una baja o cuando le apuñala el recuerdo de la chica que ha crecido ajena a su padre varado en esta orilla.

Lo cierto es que las ganas de dar la espalda a esta isla son como un virus, se van extendiendo de persona en persona y no tienen cura. Los niños lo perciben, ellos también sueñan con un futuro mejor.

“No te preocupes, no importa que todos se vayan. Yo estaré contigo hasta el final”, me susurró al oído al darse cuenta de que hacía rato lo observaba.

Le creí en aquel momento, le sigo creyendo ahora mientras escribo estas líneas, pero eso no mitiga mi miedo.

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Fabiana del Valle

Fui una niña que soñaba con colores y letras capaces de lograr las novelas más leídas o esos poemas que conquistan a corazones rebeldes. Hoy cerca de los cuarenta, con los pies firmes en esta isla, dejo que el pincel y las palabras sean eco de mi voz. Esa que llevo apretada, prisionera de las circunstancias y mis miedos.

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