Policía y ladrones en Cuba

Ilustración por Fabiana del Valle

Por Fabiana del Valle

HAVANA TIMES – Ese amanecer me despertó la alarma del móvil. Mi cuerpo insistía en no abandonar la comodidad de las sabanas. Unas manos invisibles me acariciaban, invitación sobrenatural para retomar el sueño.

Tenía que llegar temprano a una cita de trabajo, cogí impulso y con pasos somnolientos abandoné la cama. 

No logro comenzar el día sin una taza de café, así que antes de pasar por el baño fui directo a la cocina para preparar la sagrada bebida. Como hace tiempo el azúcar ha olvidado el camino a nuestra cocina lo endulzo con miel, no es igual pero resuelve.

El fogón eléctrico que habíamos comprado hacía dos meses no estaba en su lugar habitual. La puerta estaba cerrada, las ventanas en su sitio. En ese momento mi cerebro buscaba respuestas coherentes, pero le costaba procesar toda la información.

Dariel, Dariel despierta. ¿Qué le hiciste al fogón? Despierta mijo, creo que se lo robaron.

¿Cómo? ¿Qué tú dices? –mi esposo salió de la cama y miraba a todos lados como si los ladrones aún estuvieran cruzando la reja.

Nuestra casa no es grande, en un breve recorrido hicimos el inventario. El fogón eléctrico, el celular de Dariel, una caja de cigarros y seis paquetes de alimento para los peces.

No comprendimos la gravedad del asunto hasta que no encontré el cuchillo de cocina en la sala. Esas personas entraron en la noche mientras dormíamos, tomaron el teléfono en la mesita al lado mi esposo, nos vieron desnudos e indefensos y todo eso mientras llevaban un cuchillo por si uno de los dos despertaba antes de completar su fechoría.

El lugar por donde entraron es un espacio reducido en las cabillas de la reja que divide nuestra casa con la del vecino. Solo alguien delgado y ágil podría entrar por ahí. De este espacio conocían pocas personas, no es evidente, al menos si no sabes que existe.

Esto se lo comunicamos al investigador encargado del caso cuando llegó horas más tarde de hacer la denuncia.

El carro no tenía petróleo, los perros estaban enfermos y los habían llevado para La Habana. El perito tomó huellas de olor en el cuchillo, y no encontraron huellas dactilares significativas en la escena. ¡Y eso que dejamos todo en su lugar!

El oficial nos aseguró que podían triangular la ubicación del móvil mientras estuviera encendido. Por eso no cancelamos la línea ese día. El ladrón usó el teléfono a su antojo, cambió contraseñas, bloqueó personas y cometió el error de comunicarse con otras.

Al día siguiente, con el registro de llamadas solicitado en ETECSA encontramos que desde el móvil robado habían intercambiado mensajes con otro número desconocido por nosotros.

¡Ahí comenzó mi odisea como investigadora privada!

Descubrí el nombre, foto y dirección de esa persona. Si no estaba implicado en el robo por lo menos conocía a la persona con la que intercambió mensajes. Se lo entregamos todo a la policía y el oficial lo citó a la unidad de la PNR de nuestro municipio para entrevistarlo.

Con esta persona se obtuvieron algunos nombres y supuestamente no estaba implicado en el robo, por lo menos físicamente porque es un hombre discapacitado. Tanto el investigador como nosotros percibimos que sabía más de lo que estaba contando. 

Conseguí por mi cuenta nombre y direcciones de tres sospechosos, dos de ellos viven en nuestro barrio y uno de ellos conocía el espacio en la reja. A estos dos supuestamente los citaron y el día que iban a hacer la comparación de la prueba de olor obtenida en el cuchillo el perito tuvo problemas personales y no se pudo realizar.

El oficial nos dio el nombre de un sospechoso, nombre que ya había salido a la luz en mi investigación. Cuando le pasé una foto y el nombre completo de esta persona nos dijo que lo iba a revisar. Pero cada vez que le preguntaba recibía evasivas. Alguien nos aseguró que este hombre trabaja para la policía. Como decimos en Cuba, es un chivato.

No voy a olvidar nunca cuando el investigador “avergonzado” me dijo:

¡Has descubierto más cosas que yo, es verdad que al que le duele, le duele!

Pipo, lo único que me falta es un uniforme y una tonfa para terminar de resolver esto -le respondió mi esposo.

De todos modos el esfuerzo fue insuficiente, tomar la justicia por nuestras manos solo puede acarrear más problemas de los que tenemos. ¡De nuevo los ladrones salen impunes en este país! Nosotros, las victimas, seguimos adelante ahora con gastos nuevos. La policía mediocre, sin recurso y ahogada por burocratismos es incapaz de resolver un caso tan simple.

Mi juego del policía y el ladrón se terminó. No he llamado más, no he preguntado más, si el karma existe que castigue a los culpables.

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