Las manos de una cubana

HAVANA TIMES – Yamila no logra dormir si antes no planifica la rutina del día siguiente. Es una costumbre adquirida desde que se hizo ama de casa. Aunque en los últimos tiempos lo cotidiano se ha vuelto impredecible, lo sigue haciendo.
Lava la ropa, cocina, limpia la casa, atiende su pequeño negocio y como su imaginación es buena le sobra tiempo para sí misma. Satisfecha siente como su cuerpo se relaja, a pesar de los mosquitos y el calor, el sueño llega a liberar de una vez el cansancio acumulado en el día.
El sonido de la alarma le despierta temprano. Abre los ojos, si hay corriente se tira de la cama sin apenas dedicar tiempo a su aseo.
Prepara la lavadora y mientras va pasando la ropa, escoge arroz, frijoles, prepara café, atiende a la señora que vino a comprar unas fritas de yuca y saca más ropa. Continúa sin bajar el ritmo porque tiene que aprovechar la corriente. Ya luego podrá enjuagar y tender la ropa al sol.
Adelantar, adelantar es la única palabra que hay en su cabeza. Todavía le falta procesar dos calderos de yuca, en eso la ayuda su esposo pero necesita freírlas y envasarlas antes de que se vuelva a ir la corriente.
Todo parecía tan fácil acostada en su cama, el trabajo fluía, el tiempo sobraba pero su realidad y la de muchas cubanas es otra.
No importa cuánto se apure, el silencio de la lavadora le anuncia que regresó el apagón. El arroz no terminó de cocinarse, si no se mueve rápido le va a quedar duro. ¡Corre para el fogón de leña!
Aquí comienza otra pesadilla, el humo rodea su cuerpo, envuelve cada hebra de pelo, penetra por las vías respiratorias y le hace toser.
Ya me da vergüenza mostrar mis manos, -me dice- es triste entregarle una taza de café a mi esposo con estos dedos manchados por el carbón, arrugados y faltos de manicura. No tiene sentido arreglarme si me levanto y acuesto con tizne hasta en el alma para dar de comer a mi familia.
Y si lo intentara no podría mantenerlas libre de manchas como no puedo mantener mi pelo oloroso con ese acondicionador que tanto me costó comprar. Al final termino en la cama al lado de mi esposo con olor a leña. No es justo, para mí, ni para las otras mujeres que envejecen igual que yo.
¡Esto es una locura! Aunque locura es soñar que un día voy a poder tener una vida normal.
“Cuba tizna”, escribió hace unos días un conocido poeta pinareño en su muro de Facebook. Es que la historia de Yamila no es un caso aislado, es una realidad presente en esa cubana que “se levanta, cada día, a trajinar con un país que le tizna las manos. Un país que le ha dejado sin opciones”.
“…esto es Cuba.-continua el poeta en su texto-, una Cuba que malvive y tizna por debajo de las imágenes oficiales (…) No importa si te has quedado en Cuba, si te fuiste a Miami y a otro lugar del mundo: la isla se arrastra, se carga a donde vayas. Pesa. Tizna. Duele a donde vayas”.