La Cuba que me ha tocado vivir

Por Fabiana del Valle

HAVANA TIMES – La primera vez que escuché sobre el Periodo Especial tenía siete años. Estaba en la escuela y las maestras hablaban preocupadas sobre el tema. Mi inocencia no podía captar con claridad la situación, pero el tiempo no ha borrado el recuerdo de aquel día y el miedo sentido al escuchar lo que estaba por venir.

Mi hermano y yo usamos zapatos cosidos por mamá. Mis padres comieron arroz con frijoles mientras compartían el pedazo de carne entre sus hijos. Buscaban alternativas para que no fuera tan difícil respirar.

Éramos niños, deseábamos ver los dibujos animados a las seis de la tarde pero el televisor en blanco y negro casi siempre se resistía. Adorábamos al técnico que remendaba el aparato.

Disfrutamos las viandas fritas con cebo aunque después nos dejara las encías resinosas, los juegos de mesa alumbrados por un farol. La luz era un tesoro y solo teníamos acceso a ella unas pocas horas al día.

Esos largos apagones nos obligaban a subir al techo para escapar de los mosquitos y el calor. De ese modo aprendí a contar estrellas, diferenciar planetas de satélites. Vigilar el viaje de los aviones y soñar con otras tierras. Aprendí a esperar mi momento.

Pasamos años sin probar golosinas. Solo los dulces caseros preparados por mamá, o las almendras que después de varios dedos machucados recolectábamos para comer con azúcar. Recuerdo el sabor de aquellos caramelos de plátano comprados por mi madre en las primeras tiendas en dólares.

La envoltura de plástico blanco con la fruta pintada fue guardada con amor. Coleccionábamos etiquetas de ropa, estuches vacíos de jabón o comida. La mía progresaba gracias a las donaciones de mis amigas.

Crecí y conmigo el asco a las consignas vacías, a los largos discursos del líder, las Tribunas Abiertas, al carnet de la UJC. Observé como se debe mentir con la frente en alto y maldecir en voz baja.

Quise evadirme, buscar un lugar donde mi talento y juventud fuera aprovechado. Entonces me enamoré y dejé escapar oportunidades por él. Solo que sus ganas de escapar eran más fuertes y un día tomó un avión sin mirar atrás. El tiempo ha pasado, yo sigo aquí mientras las personas que amo se marchan.

A mi hija le he dejado en herencia una tierra de miseria, donde los agujeros en las calles crecen a la misma velocidad con que muere la ilusión, el pan sufre de anemia, el yogurt es sustituido por un polvo sin nombre para diluir en agua, y el futuro tiene manchas oscuras.

Todos quieren huir, comentan en las calles, lucen sus caras tristes en las colas, se derriten al sol en esta cárcel sin barrotes. Ya he perdido la esperanza. Por eso formo parte de esa masa que no tiene nada para vender y aventurarse en un viaje por las fronteras. Permanecemos para decir adiós y celebrar el triunfo de los que sí pueden llegar.

Yo, que siempre he sido una persona educada y no digo palabras obscenas, ahora repito como un mantra:

“Que ganas tengo de irme DPEPDPE”

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Fabiana del Valle

Fui una niña que soñaba con colores y letras capaces de lograr las novelas más leídas o esos poemas que conquistan a corazones rebeldes. Hoy cerca de los cuarenta, con los pies firmes en esta isla, dejo que el pincel y las palabras sean eco de mi voz. Esa que llevo apretada, prisionera de las circunstancias y mis miedos.

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One thought on “La Cuba que me ha tocado vivir

  • Fabiana, probablemente te enfrentarás a otro trago muy amargo, ver a tu hija emigrar, hija a la que apoyarás para que escape de esa prisión aunque con ella se vaya tu corazón. Mi consejo, no es nada fácil pero remueve las piedras y trata de huir con ella, estás a tiempo.

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