El valor de mi padre no se mide por sus medallas

Junto con su familia.

Por Fabiana del Valle

HAVANA TIMES – Su cuerpo estaba en un sueño del que no podría despertar. Ya no lograba escuchar su voz, la sonrisa inmóvil en los ojos cerrados.

Solo unas horas antes pescaba junto a mi hermano y mi cuñada. Un dolor fuerte, hospital, médicos con rostros compungidos informando, no había esperanza. Aneurisma sangrante.

Escapó nuestro ángel, el guía, la luz proveedora de esperanza porque nunca se dejaba caer ante las dificultades. Ese hombre inventivo, solidario, pilar de una familia construida con voluntad se fue. Nos cedió la tarea de sobrevivir cada día solo con su recuerdo.

Lector empedernido, constructor, carpintero, electricista, innovador, veterinario, aficionado a la pesca, padre abnegado, esposo ideal, amigo, buen vecino y más. Todos los que lo conocieron dan fe de ello. ¿Existe alguna medalla que se otorgue por esto?

En 1978 cuando se encontraba en quinto año de la carrera Medicina Veterinaria fue reclutado para participar en la Guerra de Etiopía. Partió con la promesa de que podría retomar sus estudios.

A su regreso en julio de 1980 encontró que los años de aprendizaje fueron en vano. Debía comenzar de nuevo en el primer curso aunque antes de partir para Etiopía solo le faltaran unos meses para graduarse.

Le mintieron, pero como recompensa a su valor fue abrazado con un acto político, palabras lindas y una medalla. Sin fuerzas para recomenzar renunció al soñado título de médico veterinario.

Con dos hijos y esposa hubo de reconocer que el salario mísero de un técnico era insuficiente. Lo recuerdo junto a mi madre, construían adornos de caña brava y semillas, flores de tela para adornar el pelo, zapatillas con suela de neumáticos, cigarrillos caseros, bolsos de tela y alcohol destilado. Cada bloque del hogar fue levantado con sus brazos.

Fueron tiempos difíciles, muchas veces observaba la carne en nuestros platos y solo arroz con frijoles en el suyo, pero las medallas seguían llegando.

Los aumentos de precios, las estrecheces y limitaciones que implican crecer en esta isla moldearon su forma de ver la vida. Un hombre como él no podía vivir ciego ante la mentira, sordo cuando la realidad hace eco en las calles, cuando mengua la familia y los niños lloran por hambre.

Después de tantos debates donde me confirmaba la decepción que escondía de otros, el dolor de años malgastados luchando por una causa sin sentido me sentí con valor para tomar una decisión a su nombre.

“La bandera sí, sus medallas no” -dije cuando me preguntaron ante el cuerpo inerte.

Todo es cuestión de símbolos y en aquel momento pensar con claridad era imposible. Con el motor automático encendido solo podía asumir que el hombre más grande del mundo me había abandonado.

En ese momento y no me arrepiento, decidí que esos trozos de metal otorgados, a los que nunca les dio importancia no serían exhibidos en su funeral.

Por eso la bandera cubana fue su mortaja hasta la hora del descenso y allá donde esté se ha llevado consigo el amor a su tierra, a la familia construida, a los amigos que no lo olvidan.

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Fabiana del Valle

Fui una niña que soñaba con colores y letras capaces de lograr las novelas más leídas o esos poemas que conquistan a corazones rebeldes. Hoy cerca de los cuarenta, con los pies firmes en esta isla, dejo que el pincel y las palabras sean eco de mi voz. Esa que llevo apretada, prisionera de las circunstancias y mis miedos.

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One thought on “El valor de mi padre no se mide por sus medallas

  • Siento su pérdida. El mejor homenaje es este escrito, y tiene razón, no hay medallas que representen a un buen hombre.

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