La pesca: una hazaña compartida en Cuba
HAVANA TIMES – Vivir en una isla nos hace adictos al mar y a todo cuanto proviene de él, sin embargo, hemos llevado a nuestras espaldas la imposibilidad de acceder a una pesca libre. Para muchos, vivir del mar nunca fue una opción que se pudiera concretar.
Durante años los pescadores han vivido condenados a pagar multas y decomisos por su pesca. Solo los que tienen licencia pueden acceder al mar y los ríos sin temor. La pesca sin autorización se convirtió en una proeza para muchos: para los necesitados, un riesgo. Mirar a los lados en busca de un inspector que decomise y multe, tanto al pescador como al comprador, ha sido el pan nuestro de cada día.
A la mayoría de los cubanos le resulta imposible de entender que la pesca de vara o cordel requiera autorización, sobre todo en la Cuba de hoy, cuando llevar algo de comer a casa es todo un reto. No hay esperanza de solucionar el abastecimiento alimentario y mucho menos entendimiento con relación a la ausencia de peces en una isla.
La mayoría de los cubanos creció o envejeció escuchando del deterioro de las embarcaciones, de los insuficientes suministros de las artes de pescas, de las roturas de las plantas de hielo y sobre todo de la ausencia de nutrientes en nuestras aguas, cuando existen más 2200 corrientes fluviales a lo largo del territorio nacional, más el mar.
Encontrar pescadores temprano en la mañana en el puente de hierro sobre el río Almendrares de nuestra capital, me hizo sonreír. El paisaje estaba completo: mar y pescadores en una simbiosis natural, pescadores que no se resignan, pescadores que hacen que las cosas pasen y que me permitieron fotografiarlos sin temor.
Por un momento cerré los ojos y recordé cómo era un día de paseo junto a mis padres por el malecón: el malecón habanero repleto de pescadores, los muchachos fisgoneando en las cubetas repletas de peces, en las cajitas de anzuelos brillantes; y permití que mis lágrimas fluyeran. Hoy esas familias cubanas tendrían la comida asegurada.