La pesadilla del gas licuado en Cuba
La cola para la compra del gas licuado no tiene nada que envidiarle a la del pollo.
Por Esther Zoza
HAVANA TIMES – En la Cuba de hoy pasar de un desasosiego a otro es la norma. A inicios de esta semana mi madre me despertó en la madrugada para que fuera a marcar en la cola del gas.
La cola para la compra del gas licuado no tiene nada que envidiarle a la del pollo. No solo se marca de madrugada, se rota durante días.
Enfrentarse a una cola a las cuatro de la madrugada requiere de estoicismo y responsabilidad. Estamos diseñados para proveer a los nuestros. Me pregunto cómo se explica a los niños y los ancianos que no se puede desayunar. Ya saben que solo cuentan con el pan de la bodega. Saben que no pueden merendar, pero el pan viejo, del que se privan los padres y los hermanos mayores, ¿tampoco se puede tostar en un sartén en la cocina?
Por supuesto, hablo de los hijos de los trabajadores. De esos trabajadores que no pueden comprar una bolsa de pan a 220 pesos y mucho menos comprar un cilindro de gas ilegalmente.
Tres madrugadas de compartir irritación, sorbos de café y cigarros desarrollan una camaradería poco común. Las voces se desatan y te sorprende constatar que los más humildes suelen ser los más informados.
Cómo es posible que la única fábrica de gas licuado del país, asentada en Matanzas, no contara con un plan de contingencias. Que no tuviera en cuenta la volátil situación financiera del país. No garantizara la compra de materias primas y no previera el crecimiento de clientes y el combustible necesario para el traslado de cilindros.
Es muy fácil echar a rodar la falta de responsabilidad y visión. Culpar a otros es una costumbre muy cubana. Es menos cuestionador citar los altos precios de la materia prima, su compra en países distantes, el encarecimiento de las navieras, las restricciones con el combustible y otros inconcebibles etcéteras. Lo cierto es que los clientes que dependemos de este servicio tenemos que sufrir de esta ineficiencia.
Con estos truenos, como se dice en “hablanero”, llegué a casa con mi balita acuestas. Saqué un saco de yute, de los que ya no hay; y me fui a buscar carbón por un si acaso.