La hora del Carbón

HAVANA TIMES – Cuando mi madre me dijo que había llegado la hora del Carbón, no sentí el estremecimiento anunciador de celebraciones que me acompañó de niña y adolescente.
En mi familia el carbón siempre estuvo asociado a la festividad. En noche buena, fin de año y cumpleaños nos reuníamos junto al crepitar tenue y dulzón de su llama. Junto a mis primos, que ahora están del otro lado del mar, corría por el jardín o espantaba de la parrilla a los perros y a los más pequeños.
Ahora en casa la hora del carbón nos iguala al desasosiego y el desamparo de nuestro pueblo.

El arribo del carbón a la capital, como medio de cocción, es un alarido que se ha mantenido en las provincias del resto del país y ahora estalla ante la miopía generalizada. Cocinar con carbón en el 2025 no es un paliativo ante la ausencia de gas o falta de electricidad, no es creatividad, es un retroceso avasallador que nos habla por sí mismo del descalabro económico.
La llegada del carbón implica no solo la búsqueda del producto a un precio asequible a los bolsillos ya remendados del cubano de a pie, sino también de la hornilla. Un nuevo gasto que requiere de reordenar el salario familiar es dejar de adquirir alimentos necesarios para ver cocer unos pocos, es preguntarse si no sería mejor adquirir una cocina de leña y a falta de árboles trocear los muebles de la casa.
Las hornillas de carbón y leña son hoy una realidad para el pueblo de Cuba. Viajar en el tiempo parece ser nuestro estigma. El olor a carbón ya no es anunciador de festejos, es un olor que abre nuestro entendimiento y nos coloca en el centro de la grave situación económica del país.
