Justificando la sobrevivencia en la Cuba de hoy

HAVANA TIMES – El subterfugio y el doblez son cada vez más frecuente en el actuar de los Inspectores de transporte en la Ciudad de la Habana. Cumplir con las cuotas de multas del mes, sin reparar en los métodos empleados, deja expuesta la falta de valores.
Esta semana mientras me trasladaba en un taxi colectivo, uno de los pasajeros al conocer del costo de su recorrido, llamó a los inspectores de transporte que parecían aguardar en una esquina cercana. Tal pasajero era en realidad un inspector. Después del estupor inicial uno se pregunta, cómo tamaña planificación y sordidez puede existir entre estos supuestos servidores públicos para imponer una multa. No sorprende que una barrera infranqueable se alce entre ellos y la ciudadanía.
El desprecio colectivo hacia los funcionarios públicos ha creado un código de respaldo entre la gente de a pie. Este código se percibe en el apoyo que se ofrece a los choferes, a pesar del elevado importe por trasladarse de un lugar a otro. El pueblo conoce del costo del combustible, las piezas de repuesto y las gomas. También sabe de las largas colas bajo el sol y el sereno en las gasolineras. No es de extrañar que agradezca, en silencio, este servicio que el Estado no puede ofrecer. Pero cuando el silencio se hace una carga demasiado pesada, como en esta ocasión, estalla.
Ser testigo de un estallido de emociones en un espacio reducido no es saludable. Tampoco lo es no reaccionar ante la injusticia. Después de Imponer al chofer una multa de 8mil pesos, por no cobrar lo establecido por cada tramo del viaje, los ánimos se caldearon y cada quien expresó su opinión. Reacción previsible ante la angustia compartida. Desasosiego generado por la miseria, la inmovilidad de la economía y la desfachatez.
Cuando descendí del taxi no dejaba de pensar en mi pueblo. En sus reacciones ante las situaciones más descabelladas. En cómo unos se agigantan ante la pobreza y otros se deshumanizan justificando la sobrevivencia.