El muro de las lamentaciones en Cuba

Por Esther Zoza

HAVANA TIMES – Abordar a los desconocidos con conversaciones sobre las carencias económicas del país, se ha tornado en algo natural en la Cuba de hoy.

La necesidad de comunicar lleva a violar el espacio personal, incluso entre vecinos a los que antes se les negaba el saludo. Las diferencias generacionales, raciales, ideológicas y de preferencia sexual que antes parecían insalvables, son zanjadas y se producen de forma espontánea, incluyendo a veces en esta urgencia el contacto físico.

El intercambio solidario en plena búsqueda de alimentos a precios no asequibles a los bolsillos de la mayoría, las largas colas, y las interminables horas sin electricidad, nos lleva en ocasiones a agruparnos en espacios colectivos. Pequeñas elevaciones que antes delimitaban los edificios o las aceras, muros o contenes que hoy se conocen como los muros de las lamentaciones.

Transgredir el espacio físico y psicológico parece ser la norma entre el sector más desfavorecido de la población. Incapaces de solucionar sus necesidades básicas, buscan exteriorizar sus urgencias en el afán de sentirse comprendidos, validados y acompañados.

Los muros de las lamentaciones reúnen a la tercera edad. Sentados sobre él comparten las carencias del día, atraen a los otros que pasan, indagan, se informan.  Los vecinos o transeúntes que antes eran desconocidos son ahora sus iguales en la necesidad, y esta igualdad los hace sentirse menos abandonados, en una edad en que debían disfrutar de la protección del Estado. 

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