El Bulevar de San Rafael: Entre pesadillas y milagros

Fotorreportaje por Esther Zoza

 

HAVANA TIMES – Uno de los paseos más concurridos de la ciudad es el Bulevar de San Rafael.  ¡Al fin se enfrenta a una reparación capital! Tiendas, mercados, nuevas galerías, cafeterías, sorprenden a los paseantes que se aventuran en su calle central, sorteando a los constructores y algún que otro cúmulo de escombros.

Las calles que lo conforman son para muchos citadinos estampas celosamente guardadas en la memoria. Mi generación creció visitando el Cinecito, y los majestuosos cines Rex y Duplex, con sus señoriales espejos y mueblería. 

Resulta esperanzador que los niños de hoy puedan disfrutar de los muñes en un sitio tan lleno de gratos recuerdos para sus padres y abuelos; el Duplex y el Rex tendrán que esperar un poco más, tal vez algún día se abran sus puertas como un hermoso complejo de arte.

No es de extrañar, que el habanero acostumbrado a ver su ciudad desmoronarse años tras año, se pregunte incrédulo: ¿cuánto durará esta nueva reconstrucción? 

Santa Clara y Cienfuegos, consideradas las urbes más limpias y mejor conservadas en cuanto a su entorno urbano no patrimonial, han mantenido sus respectivos bulevares como unos de los más vistosos del país. Personalmente he transitado sus calles y me he sentido trasladada a otra dimensión. ¿Serán los habitantes de esas provincias más disciplinados y educados que los habaneros?, ¿Tendrán sus dirigentes mejor gestión y uso de los recursos?

Si algo he podido comprobar es que tanto cienfuegueros como santaclareños tienen sentido de pertenencia y amor por su ciudad incalculable. Nadie es capaz de botar un vaso, una botella de refresco o de cerveza en sus calles, mucho menos recostarse a la pared y dejar la marca de sus zapatos. De más está decir que la basura reposa en los cestos y contenedores. ¿Será que sus habitantes provienen de alguna galaxia cercana y han colonizado el centro del país?  

A los capitalinos, alejados cada vez más del centro, no nos queda otra que esperar que un milagro ocurra, y sus habitantes terminen por comprender que la ciudad de La Habana no es un estercolero, que merece el respeto de todos los cubanos que a diario transitan por sus calles llenas de historia. Preservarla para futuras generaciones no solo es una obligación del Gobierno, sino de cada uno de nosotros. 

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