Comienzo del curso preescolar en Cuba
Por Esther Zoza

HAVANA TIMES – Entre la pandemia y el comienzo del curso preescolar, en diciembre, las madres cubanas viven en un estrés constante.
La estadía de los pequeños en las aulas precisa no solo de pomos de agua y merenderos. Cada niño necesita de un catre, dos toallitas con asas, delantal de nailon, porta platos, cojín y tres macaras.
La mujer cubana no ha tenido más remedio que aprender a hacer mucho con poco. La tarea no es fácil, hay que lanzarse a la calle a buscar entre los cuentapropistas quién oferte medias blancas. Recorrer los atelieres, mandar a hacer o comprar las camisitas extras para los infantes y pagar 100 pesos por cada una, y eso demanda no solo de disposición.
El largo periodo de aislamiento ha mermado los bolsillos de muchas familias y la escasez no facilita los buenos deseos de cumplir con lo estipulado. Súmase a eso la preocupación de las madres por la capacidad de las maestras. Garantizar que los nuevos alumnos se laven las manos y se cambien de mascara tres veces durante el día es hoy su obligación. Además de velar por el distanciamiento entre ellos.
Las madres cubanas, acostumbradas a velar constantemente por sus hijos, se sienten maniatadas. No poder entrar en las aulas y ver por sí mismas qué tal resulta el primer día de clases, les resulta preocupante. Cuidar por la salud de nuestros hijos requiere de un compromiso de aprendizaje que comienza en el hogar.
Aprender a convivir con la pandemia resulta abrumador. Ahora lo importante es no dejarnos arrastrar por la incertidumbre. Confiar en nuestros maestros, como mismo hemos confiado en nuestros médicos y trabajadores de la Salud, es la clave.