Helado del líder

Erasmo Calzadilla

Copelia es como una Cuba en miniatura. En el rato que pasas tomando helado puedes encontrar los mismos síntomas de deterioro en los servicios que en cualquier rincón del territorio nacional: corrupción, apatía, falta de higiene (los empleados sirven las galleticas con las mismas manos con que manosean el dinero), indolencia de la gente que acepta callada casi cualquier cosa, etc, etc.

Constantemente expulsan de la Heladería a empleados que quieren “enriquecerse” de la noche a la mañana, pero el problema resurge una y otra vez como les sucede a aquellos que tienen una causa estructural. Hasta hace unos meses Copelia parecía hundirse como el Titanic, pero un mesías parece haber llegado para rescatarlo: El Tavo.

Tavo (el apodo para Octavio) es un famoso agente de la policía que hace años se infiltró entre presuntos delincuentes y desactivó sus redes (redes que volvieron a tejerse en cuanto el Tavo viró la cara).

Tal vez fue precisamente por su habilidad para tratar con “delincuentes” que lo escogieron para administrar la céntrica heladería. El otrora agente ha logrado reducir el nivel de descaro y los servicios son ahora mejores, al menos eso he notado en mis últimas visitas.  Pero a cambio del paliativo (digo paliativo porque es la propia estructura la que genera delincuentes, y esa no ha cambiado), Octavio nos ha llenado el Copelia de caritas y citas de los hermanos Castro.

En un mural se nos recuerda que Fidel fue el de la iniciativa de construir Copelia; en otro que está justo en frente de la barra, un posters con muchos Fideles todos igualitos reza: los jóvenes no fallaremos; y justo en la columna central de la heladería, ubicada en el centro del Vedado, que a su vez es el centro cultural de la Capital, Capital que es el centro económico y político del país, yace la foto del primer secretario del Partido y su hermano el presidente, ambos con uniforme militar.

La gente baja y sube a la Torre (planta alta) distraída a saborear el helado, pero allí está el gran hermano sosteniendo a la torre y sosteniéndolo todo, según la estructura del mundo que El Tavo visulamente nos impone a cambio de un mejor servicio.

Puede que el Tavo se sienta muy revolucionario llenando de caras de héroes el Copelia, pero el culto a la personalidad, el mesianismo, la iconofilia, y las frases huecas nada tienen de revolucionario, ni aquí ni en Alaska.