Curralando con libertad

Erasmo Calzadilla

Ya estoy luchando de nuevo, consiguiendo los pesos, sobreviviendo al eterno naufragio. Tengo una pinchita que no puedo declarar, así que mejor no hablo mucho pa’ que los sabuesos no me caigan arriba.

Solo dejaré caer que me siento:

Cómodo porque trabajo en mi cuartico, y eso significa no tener que perder medio día ni echar el bofe en el transporte público, nada más deprimente.

Contento porque curralo pensando, y pensar es de las cosas que más disfruto. ¿Cuántas veces en la vida consigue uno un trabajo no embrutecedor?

Fresco porque pincho a la hora que me da la gana, y así puedo dormir por el día y aprovechar la tranquilidad y el espíritu de la noche, que me vuelven creativo. (En las afueras de la ciudad la noche todavía tiene estrellas, grillitos, croar de ranas, lechuzas y misterios).

Eufórico porque no tengo jefe. Los he tenido buena gente, pero lo más frecuente es que sean tipos incapaces, insufribles y bien engranados a la maquinaria (ideológica y/o productiva).

Tranquilo porque no gano mucho pero sobrevivo, y como he aprendido a vivir casi a la Ghandi, me acomodo.

Feliz porque estoy ayudando a alguien y contribuyendo a algo bueno, al menos eso creo.

Mucha gente en Cuba podría trabajar de esta manera incluso para el Estado, pero los reglamentos laborales prefieren la marcadera de tarjeta y el horario de 8 horas ¿Por qué a la burocracia le picará tanto la libertad? Dejo la pregunta de tarea.

No estoy acumulando años para el retiro pero no me importa. Prefiero vender maní cuando llegue a viejo que sacrificar la juventud. No sé cuánto más durará esta fiesta, posiblemente se acabe mañana. Pero después, que me quiten lo baila’o.