Los relatos de mi diario

Por Elio Delgado Legón

HAVANA TIMES — Los relatos que estoy publicando en mi diario tienen por objetivo mostrar, mediante un conjunto de pinceladas, cómo era la vida de un revolucionario durante la dictadura de Fulgencio Batista, de 1953 a 1958, y en los primeros años de la Revolución.

Estos relatos no tienen un objetivo autobiográfico, pues sólo muestran los hechos que puedan resultar interesantes para los lectores, no por la persona que los cuenta, que en definitiva carece de interés, sino por los propios hechos que se narran.

Sin embargo, resulta necesario referirme a la época que me tocó vivir, pues nací en junio de 1937, tres años antes de aprobarse la Constitución de 1940, la más violada y menos respetada de las constituciones cubanas, y cuatro años antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Esa fue, en Cuba, una época de hambre extrema, sobre todo para quienes, como yo, nacimos y nos criamos en el campo.

El hambre, cómplice de muchas enfermedades, unida a la falta de médicos, era la causa de numerosas muertes perfectamente evitables, como ocurre hoy en la mayoría de los países subdesarrollados e incluso en ciertos sectores de algunos países desarrollados.

El índice de mortalidad infantil en Cuba estaba alrededor de 60 por mil nacidos vivos, y la esperanza de vida sólo alcanzaba los 62,3 años.

Gobiernos que se preocuparan por el pueblo, por mejorar las condiciones de vida de la población, no hubo ninguno en toda la historia, desde la independencia de España hasta 1959. Todos eran corruptos y pugnaban por llegar al poder para hacerse más ricos robando al erario público.

El dinero que debía servir para una educación de calidad para todos, o para mejorar la atención a la salud, iba a parar a las cuentas bancarias de los políticos. Lo mismo ocurría con los presupuestos para las obras públicas, que costaban dos o tres veces lo realmente gastado en ellas, pues tenían que engordar los bolsillos de muchos políticos.

Otro mal que me tocó vivir en la primera etapa de mi vida, hasta 1958, fue el gangsterismo, que gozaba de impunidad o era utilizado por los gobernantes de turno, y muchos de ellos pasaron a ser grandes jefes de policía en la dictadura de Fulgencio Batista.

El pueblo cubano estaba ya cansado de la politiquería, de la falsa democracia y del llamado multipartidismo, que sólo servía para llevar al poder a los corruptos, pues la política era un negocio muy rentable para ellos, aunque el pueblo careciera de lo fundamental para vivir.

Por todo ello, fue necesario tomar las armas y hacer una revolución que barriera con toda esa lacra. Y aunque hoy algunos sueñan con revivir ese pasado, no lo lograrán, porque aun cuando la mayoría de la población nació después de 1958, el ciento por ciento está escolarizado y el estudio de la historia les da los elementos de juicio suficientes para no dejarse engañar con cantos de sirena capitalistas.

Mucho menos nos dejaremos engañar con fórmulas anarquistas, que ya en su época se demostró que no eran viables, aunque hay algunos trasnochados que tratan de mostrarlas como la solución perfecta a todas nuestras dificultades económicas, que los detractores de la revolución socialista las magnifican, pero que en realidad son menores que las que enfrentan la mayoría de los países subdesarrollados y algunos desarrollados, aun cuando ninguno de ellos tiene sobre su cabeza el férreo bloqueo impuesto a Cuba por los Estados Unidos hace más de 50 años.

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