Los animales afectivos sienten igual que las personas

Elio Delgado Legón

HAVANA TIMES – En las últimas semanas he leído escritos que abogan por el buen trato a los animales, y yo me sumo a ellos, pues considero que estos son afectivos y algunos tienen sentimientos, a veces, mejores que algunas personas.

Conozco historias sobre perros que han salvado la vida de sus dueños, y de otros que han sido fieles a estos hasta la muerte.

Sobre lo último, hay una historia verídica de una señora en La Habana que tenía un perro muy fiel, y cuando ella falleció, el animal acompañó el sepelio hasta el panteón y allí se quedó sentado, muy triste, a pesar de que los familiares de la fallecida hicieron lo posible por llevarlo a casa.

Cuentan que todos los días le traían comida, pero el can la rechazaba y así estuvo hasta que murió, sin separarse de su dueña.

Otros animales muy cariñosos e inteligentes son los gatos, y sobre estos tengo mi propia experiencia, que les voy a contar.

Hace algún tiempo llegó a mi casa una gatica joven, que se asomó a la puerta que da al patio trasero. Esperó allí, sin entrar, hasta que yo terminé de almorzar y le llevé un poco de alimento; después de comer, se acostó a la sombra detrás de la casa.

A la hora de la cena se repitió la escena, y así sucesivamente. Con el tiempo, adquirió cierta confianza y entraba hasta cerca del comedor, pero no se acercaba a la mesa mientras comíamos. Ella esperaba pacientemente que yo terminara y le llevara su ración al patio. Varias veces dejé alimentos encima de la mesa para ver su reacción, pero nunca intentó subir hasta allí. Esperaba sentada que le llevaran su comida. Sin embargo, las noches, las pasaba en otro lugar, en los alrededores de un edificio cercano.

Recientemente, la gata parió dos crías, no sé en qué lugar, pero las trajo para mi casa y las puso en mi patio, bajo techo y debajo de un viandero, donde se sentía protegida de los gatos callejeros que la acosaban y podían matar sus crías.

Después de dos o tres días en ese lugar, donde yo le ponía comida dos o tres veces al día, vino un gato con malas intenciones hacia las crías y ella las defendió con sus garras tan ferozmente, que el agresor salió huyendo.

Ante dicho ataque, ella no se sintió tranquila. Poco después, mientras sus hijos dormían, entró a la casa y estuvo inspeccionando dos o tres lugares, y cuando encontró uno que le pareció más seguro, salió y cargó a sus crías hacia aquel rincón de la cocina, entre el motor del agua y la pared, pero no me pareció adecuado, pues al arrancar el motor podría hacerles daño.

Tomé los gaticos y los llevé fuera de la casa a otro refugio, que en ocasiones ella había utilizado, pero para sus hijos no le gustó. A penas entré a la casa ella cargó con las crías hasta el lugar original, debajo del viandero en el patio techado y no ha intentado más meterlos dentro de la casa, lo cual dice mucho de su inteligencia, pues ese lugar es más seguro que el que yo había escogido.

Ojalá todos los seres humanos actuaran con esa sensibilidad e inteligencia.

Había pensado escribir sobre otros especímenes: los halcones que revolotean alrededor del presidente de Estados Unidos, pero lo dejé para otro momento, pues me pareció más interesante escribir en defensa de los animales afectivos, que son más dignos que aquellos que solo piensan en hacer daño a los pueblos, esgrimiendo mentiras y falsos argumentos.