Peces tropicales y otras elucubraciones
Por Eduardo N. Cordoví Hernández
HAVANA TIMES – Siempre he oído decir que es bueno por muchas razones tener una pecera con peces tropicales. Puede ser como un pasatiempo honorable, un entretenimiento con un toque artístico, que requiere atención, dedicación, conocimientos. Es como tener un empleo por el que uno no percibe salario, pero que quizás, si llegase a ponerle pasión pudiera ganarse algo de dinero. Aunque no sea el objetivo inicial.
Se trata de cierto ritual de actividades que lo hacen pensar a uno en otras cosas, diríamos «más aterrizadas» o más reales, que aquellas otras en las que uno piensa o por las que uno se preocupa o sufre a diario o, por no tenerse en qué pensar. Algo que le puede dar a la vida un sentido, para seguir viviendo y recuperar eso que los franceses llaman «la alegría de vivir».
Pero que, a la vez, se vuelve una actividad diaria que ayuda a formar el sentido de la responsabilidad; ya que puede terminar siendo una disciplina… aunque también puede llegar a convertirse en parte del aburrimiento. Es lo que muchas personas llaman un hobby.
Un hobby no es exactamente un pasatiempo como puede serlo jugar al dominó o a la canasta por las tardes. En primer lugar, porque el hobby se practica solo, aunque no es como un solitario de cartas. No. Despliega un abanico de actividades que terminan haciéndolo a uno apacible, estable, aplicado.
Quizás por ello, Tolkien creara los hobbits como una de las «razas» de seres imaginarios para recrear a su personaje Bilbo Bolsón, quien protagonizara «El hobbit» y más tarde participara en la novela, El señor de los anillos. Bilbo Bolsón es un personaje tranquilo, metódico, placentero, ordenado, costumbrista… Todo un «hobby» pero con las paticas peludas.
El caso es que, tener una pecera con peces tropicales es tener algo que hacer, que cuidar y que luego uno se sienta a ver y se tranquiliza, disfrutando los colores y movimientos de estos pequeños seres acuáticos, como una terapia hipnótica que seda el estrés o quita la ansiedad sin pastillas ni jarabes. Algo que, ahora, momento de tan tamaña escasez de medicamentos –en especial, de aquellos que llamamos tranquilizantes o «para los nervios»– podría ser un sucedáneo óptimo, ya que no aparece ni tilo en los jardines.
Pero lo que podía ser una solución cae en el hueco negro del infortunio de la realidad de Cuba. !Qué rimbombancia! El caso es que, hasta hace unos años, el comercio de los peces tropicales fue un negocio que dejaba grandes dividendos.
A los abastecedores, quienes por lo regular eran también criadores, se les empezó a dificultar la transportación por el problema de combustibles, lubricantes y piezas de repuesto. Ni qué decir sobre los mismos pececillos, la mayoría especies raras, delicadas, que requieren atención personalizada, y que por su seguridad y por la facilidad para el comercio requieren estanques amplios y compartimentados ya que algunas no pueden vivir juntas pues son especies depredadoras de otras.
Con esto se aprecia la necesidad de patios amplios para los estanques. Luego viene la calidad del agua, luego el peligro de convertirse en foco de criadero de mosquitos, lo cual implica medidas de seguridad para evitar semejante problema, más el acoso de los inspectores «de cualquier cosa» tratando de «arrimar las sardinas a su sartén».
Por otra parte, «los peces tropicales» dejaron de ser moda porque, aunque algunos como el goldfish logran crecer mucho, la idea de hacer una sopa o freír uno no resulta atractiva, con todo y que sean bonitos, me refiero a lindos, de buen ver… aclaro esto para que no haya confusión con los bonitos que ¡sí! son unos peces de mayor estatura y a pesar de que también son muy bien parecidos, cualquiera quisiera comerse uno.
Ahora la moda es el boniato repito ¡no el bonito! El bonito viene en latas y es carísimo. Y el que no viene en latas es «más carísimo» todavía.
Entonces, volviendo a los peces tropicales y a las variantes para mejorar los problemas de nerviosismo y ansiedad, tenemos disponibles otras terapias, no confundir con tilapias, que igual son otro tipo de pez tropical que igual puede vivir en agua dulce y que fue muy popular, al menos en La Habana, años atrás, pues hasta se cultivó en criaderos estatalmente, pero que de la misma forma que tantas otras cosas, desapareció del mercado.
También se consume mucho la claria –un cierto tipo de pez carroñero familia del siluro y del bagre– obtenido por quienes pescan desde los puentes sobre los pocos ríos y arroyos de la capital pero que no destacan comercialmente en las llamadas ventas ilícitas.
Las opciones entonces, son ejercicios de relajación y respiración, Yoga, no discutir, pensar positivo, y como le dijo una vez un psiquiatra a una amiga mía: «echárselo todo a la espalda», que no quiere decir «cargar con todo», sino «dejarlo atrás y olvidarse de eso». Todo lo cual, no suena muy científico, pero como decía El Suave, un guajiro viejo y sabio, a quien tuve la suerte de conocer a mediados de los años setenta del pasado siglo: «cuando no hay pan, hay que comer casabe».
Tu estilo jocoso como siempre, que parece que eres feliz aunque el mundo se esté derrumbando a tu alrededor. Buena terapia la del hobby de tener peces, no sólo por su belleza estética. La claria es lo peor, creo que ni a mi gatito se la doy. Gracias por hacerme reír!