¡No me lo vas a creer!

Cola de personas para comprar pan. Foto: Yusnaby Pérez / Árbol Invertido

Por Eduardo N. Cordoví Hernández

HAVANA TIMES – Hoy me levanté muy pensativo. En realidad, creo que cada día me levanto más de esa forma. Después de hacer algunos planes sobre mis actividades del día, revisar mi Whatsapp, mi Email, mi Messenger y los principales titulares de noticias en Google, serían las nueve y media a.m.

Le eché mano a la libreta de abastecimientos y me dirigí a buscar el pan. De paso vi muchísimas personas en la farmacia, señal de que habían surtido los medicamentos del mes. Al llegar al local que abastece el pan y extender mi documento acreditativo, obtuve la respuesta de que ya se había acabado el pan. Pero, si los panaderos trabajan toda la noche haciendo pan ¿cómo a las diez menos veinte minutos pueda ya haberse acabado? Entonces ¿no hicieron toda la cantidad correspondiente o hay alguna rotura eléctrica en la zona de producción…? No, no tenemos información sobre las razones… ¿Más o menos a qué hora usted cree…? No sé, venga mejor por la tarde.

Decidí regresar a la farmacia y ver qué medicamentos fueron abastecidos. Yo tengo tratamiento de Enalapril, para la hipertensión arterial y tengo una tarjeta llamada Tarjetón donde se lleva el récord de las entregas mensualmente y que coincide con una matriz en poder de los empleados de la farmacia. En tiempos normales, si existía algún problema de transportación, abastecimiento de la fábrica o del recibo del medicamento desde el extranjero y éste se retrasaba, por supuesto, por causas ajenas al consumidor, al mes siguiente o en próximo envío dentro del mes en curso, el paciente no perdía su medicamento y el tarjetón era un medio de control, de defensa y reclamo.

Pero lo dicho, en tiempos normales. Tales procedimientos ya son parte de rezagos del pasado, algo así como la historia, que dejó de ser, ya no es y ahora funciona diferente. Antes los medicamentos “venían” una vez por semana, un día fijo. Ahora no se sabe ni cuándo los va a traer. Los traen cuando haya y no vienen completos para todos los que tienen tarjetón. Hay que ir a hacer la cola y, quizás después de tres horas de cola, no alcanzas tu medicamento, y la única forma de que puedas conseguir mantener tu presión controlada, si es tu caso, es comprándolo en el mercado informal, no en la farmacia, a los revendedores, en la bolsa negra que son diversos nombres para identificar la nueva fuente más segura para tu supervivencia, si es que tienes dinero para pagar el costo. ¿Y si no tienes? Bueno, si usted preguntara eso, es señal de que tiene muy poca imaginación.

Este es más o menos el mismo procedimiento para todos los medicamentos para enfermedades degenerativas, crónicas, llamadas “de viejos”, pero también para otras enfermedades. Me refiero a las llamadas agudas, las llamadas transmisibles o infecciosas o como sea que se llamen. En fin, para todos los medicamentos y productos relacionados con la salud.

Ni hablar de termómetros, jeringuillas, enseres para primeros auxilios, preservativos, aspirinas, utensilios para enemas, cuñas, patos, esparadrapos, curitas, etc.

No he realizado un sondeo público como encuesta, pero me atrevo a asegurar que ninguna persona menor de veinticinco años de edad –a excepción de preservativos– no sabe ni que tales “cosas” se hubo de vender alguna, vez en las farmacias.

Aunque quizás no en este orden, pero sí por tales causas, en abril me tocó trabajar en día de venta medicamentos, y me enteré después que pasó; en mayo, no alcancé; En junio no trajeron, en fin, ya estoy más resuelto a comprarlas caras y me parece más rentable que pagar esa cuota de estrés detrás de un producto que parece más genial que inteligente para no dejarse agarrar.

Como no vi Enalapril en los listados que ponen en vidriera para no tener que estar contestando a todos los usuarios por los productos que vinieron o no; me fui hasta el banco para ver, si lograba cobrar de una vez. Por si fuera poco, hay tres cajeros automáticos; pero sólo estaban trabajando dos. Marqué para cobrar en Caja. Como a la hora de cola se acabó el dinero en los cajeros. Una hora más tarde, dijeron que en la caja sólo iban a dar hasta dos mil pesos para poder responder a la alta demanda y que el caos fuera menos. Una hora más y logré entrar, los aires acondicionados apagados, una sola ventanilla trabajando como caja y tan-tarantan-taaan … uno que iba delante para la caja iba a realizar un depósito como de cincuenta mil pesos ¡en billetes de diez y de veinte! Otra hora más para salir, sin haber siquiera cobrado completo… Uno lo dice y no encuentra quién se lo crea: Poco más de las dos de la tarde, empleada una mañana completa a cuatro cuadras de mi casa, para solamente cobrar poco más de la mitad del salario… y ¡a esa hora! ponerse uno a inventar qué hacer de almuerzo.

Pero, si se trata de que no te crean algo, te voy a contar: Mi amiga Carol es estadounidense, nació y estudió en los Estados Unidos, como toda la familia de su madre, pero vive en Francia porque su padre es francés. Resulta que a Carol le encanta Cuba, viene a menudo, varias veces al año inclusive. En estos momentos se encuentra en París. Esta semana me dijo que había ido a la embajada de Cuba, por ciertas gestiones para volver acá, y me dijo: “No me lo vas a creer”.

¿Qué me dijo? Que le parecía estar en Cuba: había calor, demora para atenderla, no había papel, la impresora estaba rota…

Lea más del diario de Eduardo N. Cordoví Hernández aquí.

Eduardo N. Cordovi

Nací y vivo en Lawton, La Habana, el 29 de octubre de 1950. Ceramista, pintor y tallas en madera. He publicado en diarios y revistas del país y en la revista peruana de circulación continental Menú Journal. La Editorial Oriente publicó en 1989 mi libro, Bebidas notables, publicado también por loslibrosdigitales.com junto con mi novela Conspiración en La Habana.

4 thoughts on “¡No me lo vas a creer!

  • Muy interesante tu historia, parece surrealista pero es cierta, dificil situacion en que vivimos pero las considero pruebas de la vida.

  • Tu reportaje es el reflejo del mal funcionamiento de todo. Los que tienen bolsillos repletos pueden comprar, los de bolsillos vacíos, nada. Somos los hijos de una Cuba intratable. A Carol la atrapó la desgracia que proyecta la isla a larga distancia.

  • Hay un antes y un después de la pandemia y el ordenamiento monetario. No existe más una vida que se podía más o menos vivir, ahora reina la incertidumbre diaria en un país caótico. Menos mal que tú escribes de manera jocosa todavía.

  • Hay un antes y un después de la pandemia y el ordenamiento monetario. No existe más una vida que se podía más o menos vivir, ahora reina la incertidumbre diaria en un país caótico. Menos mal que tú escribes de manera jocosa todavía.

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