La situación que estamos viviendo

Foto: ebay.com

HAVANA TIMES – Hace casi dos semanas robaron en mi casa. Fue casi un robo al descuido. Pero no tan descuidado. Para suponerlo hay un par de consideraciones: premeditación y nocturnidad.

La nocturnidad siempre es una facilidad propiciatoria. Es punto a favor del sustractor. Evita se le vea y, además, si en las calles no hay suficiente alumbrado público se trata de ventaja adicional. Las circunstancias socioeconómicas, político-sociales o político-económicas hacen que el Estado proporcione, dé lugar, o haga posible la aparición y desarrollo de delitos comunes, aunque sea sin proponérselo. No se trata de culpa. Se trata de: responsabilidad. Es su razón de ser evitarlo.

La premeditación concurre en el hecho por cuanto, en este caso, el elemento activo de la sustracción accede al sitio, sin violencia sobre las cosas ni las personas. Pero no se trata de que iba pasando, vio la puerta abierta, se asomó, vio a alguien absorto en su trabajo y tuvo la epifanía de una revelación: Aquí me la puso Dios. Siendo así, sería un simple robo al descuido, según lo prefigura la nomenclatura jurídica a saber. No.

Entre los yales, que eran dos, y la ventana, más el ancho del muro entre la acera y el interior de mi sala, hay casi un metro. Pero una persona delgada, alta, con brazos largos, manos grandes y con buena voluntad de tener éxito, puede abrir, sin ruido. Sobre todo, si sabe que ahí vive alguien que sobrepasa los setenta años de edad y, para mayor suerte, no oye bien. Tales datos requieren tiempo de estudio, aplicación, paciencia, valor y toda una suerte de virtudes y talentos.

En realidad, las pertenencias sustraídas o como queramos llamarle, no tienen mayor importancia que la que yo como dueño pueda darles. Por lo tanto, no someteré a escrutinio tales pormenores.

Aunque soy de esas personas que pueden ser, algunas veces, identificadas como: de tener sangre de horchata; es decir fría o que no le da mucha importancia a las cosas; cuando descubrí las faltas, me invadió una sensación de inseguridad y de estar en manos de alguien que, de momento, no conozco, pero que sí me conoce a mí y que tiene acceso a mis cosas, como para llevárselas, sin que yo lo advierta.

Hace unos años me dediqué a la herrería, o sea, a hacer puertas, ventanas, cerrar portales y patios con rejas de hierro. Hice y coloqué protectores de puertas y ventanas y hasta escaleras de ese metal. No era bueno en este oficio, pero había mucha demanda, se ganaba bastante y los materiales se conseguían. En mi cuadra vivíamos cuatro herreros. Dejé ese negocio porque comenzaron a perseguir a los abastecedores de materia prima y la cosa se puso caliente-caliente. Pero todavía tengo mi planta de soldar criolla y algunas herramientas. De modo que, me puse: manos a la obra. Tenía que poner una reja ¡Ya! pues alguien podía entrar sin llaves.

A todas estas, como vivo solo, temo irme más allá de la esquina de mi cuadra hasta que no tenga garantizado que no puedan entrar, porque no sé si quien entra está esperando llevarse mi laptop, mi batidora, mi ventilador, mis cuadros, mis pinceles, las camisas que me gustan… Estoy obligado a trabajar rápido, algo que tampoco puedo, porque tengo que cocinar, atender algunos asuntos de la editorial donde trabajo y que puedo resolver por internet desde mi casa con el móvil, pues, como no tengo teléfono fijo no puedo tener internet en mi laptop… ¡Sí, sí! alguien me dirá que puedo extender el internet del móvil a la laptop. Ya probé y es lentísimo, es como querer cortarse las venas con una bola de billar.

Quizás una mejor solución hubiera sido comprar un yale nuevo. Pero, no era el yale. Abrían por la ventana, eso fue una cuenta en la que caí más tarde. Inicialmente pensaba que hubieran usado una ganzúa, una llave maestra. Un amigo que sabe de eso más, me dijo que es casi imposible dadas las combinaciones de los cilindros. Algunos son de cinco y hasta seis pines…

Tenía una reja que había quitado hacía años. Era deslizable. La quité porque el sistema corría con unas ruedas de cajas de rodamiento de bolas, pero tan cerca del piso, las lluvias favorecieron que la herrumbre hiciera pasto de ellas. También guardaba un sistema para que rodara colgada de dos carritos que van dentro de un carril que los abraza, pero no me preocupé por instalarlo. Y Llegó el momento.

Dos décadas atrás una varilla para soldar costaba veinte centavos. Cuando fui a comprar diez están a treinta pesos cada una, cuatro días después fui a comprar más y, en el mismo lugar, ya estaban a cuarenta. Una cuadra más abajo a cincuenta. El próximo lunes, supongo que suban.

Demoro mucho porque corto todo con una segueta que, en cualquier lugar del mundo. ya la hubieran botado. Pero tengo que trabajar con ésta, no me alcanza el dinero para comer, si comprara otra hoja de segueta y tantas cosas más. Mucho menos puedo cortar con un disco, semejante engendro es para alguien que va a dedicarse a esa actividad y va a sacarle el costo de la inversión. Tengo una pulidora con un disco de desbaste, pero no sirve para cortar. La fabriqué yo mismo, como han hecho otros, con un motor de centrifuga de una lavadora rusa.

Entonces, tengo la suerte de que no han quitado la luz de día. Otras veces los apagones diurnos han durado más de cuatro horas.

Hasta hace unos años, te hacía falta algo y no lo echabas tanto a ver porque no había lo que necesitabas. Ahora, hay algunas cosas todavía, pero ¡a unos precios! que…

Entiéndase que hablo de herramientas. Medicinas ya casi no hay en los hospitales; muchas farmacias no tienen turno nocturno. No hablemos de alimentos…

No me quejo. Sólo hago, como Silvio Rodríguez, un Resumen de noticias.

Lea más del diario de Eduardo N. Cordoví aquí.

Eduardo N. Cordovi

Nací y vivo en Lawton, La Habana, el 29 de octubre de 1950. Ceramista, pintor y tallas en madera. He publicado en diarios y revistas del país y en la revista peruana de circulación continental Menú Journal. La Editorial Oriente publicó en 1989 mi libro, Bebidas notables, publicado también por loslibrosdigitales.com junto con mi novela Conspiración en La Habana.

One thought on “La situación que estamos viviendo

  • silvio rodriguez, ese miserable que tanto aupo a los miserables que nos tienen en la miseria.

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