La realidad en que vivimos: un lugar desconocido

Por Eduardo N. Cordoví Hernandez

HAVANA TIMES – Cierta vez escuché un cuento sobre dos pececitos que, de momento, se encuentran en medio del océano, uno le pregunta al otro: “Por favor, busco el océano ¿puedes decirme dónde lo encuentro?”. ¡Increíble! pero ocurre con normalidad también en nuestra existencia.

Estamos inmersos en una espantosa realidad. No la percibimos debido a estar ocupados en otros asuntos que nos han hecho creer que sean el paisaje del Edén. Pero son la puerta de acceso al infierno.

Un ejemplo inmediato, ahora, en La Habana o en otro rincón de Cuba los temas comunes son los altos precios de cualquier cosa, la escasez de lo elemental, las incomodidades para trabajar, para trasladarnos de lugar, los peligros de enfermar estando insuficientemente alimentado, las farmacias sin medicinas y los hospitales deteriorados y/o desabastecidos, el aumento de robos, de asaltos, de derrumbes… y, para colmo, la noticias de guerras en Ucrania, en Gaza… extensivas a Yemen, a Irán, crisis económicas globales y desastres climatológicos, todo un poema lovecraftiano… todo conforma un hábitat, una atmósfera telúrica alimentada por tensiones antagónicas socioculturales, politicoeconómicas, politicosociales, socioeconómicas… y, de nuevo, en fin.

Quiero hablar de otro horror más solapado, próximo y peor de peligroso por estar presente con un ropaje de encanto.

Se trata de nuestras ideas sobre el amor, promocionadas por la cultura, los medios de difusión masiva, la prensa, la tv, la radio, la cinematografía y, con anterioridad, las artes ¡siempre con excepciones, por supuesto!

Hablo de ideas que intentan exaltar, ensalzar, alabar, etcétera valores sanos, humanos, dignos, genuinos, y otro etcétera… pero no lo logra porque, en esas otras ideas están los postulados inoculados como virus en las mentes y que vienen en forma accidental, vamos a pensar, en los textos de las canciones románticas o en la poesía lírica de la misma temática.

Os muestro frases, giros, ideas, que constituyen paradigmas que contribuyen a fomentar malestares y estados patológicos, como si fueran lo mejor del mundo Ideas como: eres mi vida, eres mi cielo, no puedo vivir sin ti, no te puedo olvidar, no puedo dejar de pensar en ti, no puedo ser feliz, hazme feliz, te voy a hacer feliz, no me abandones, regresa por favor, eres mi felicidad, eres todo lo que necesito…

Muchos ni siquiera se dan cuenta del peligro de que, tales frases, se repitan tanto. Mucho más, cuando son cantadas en hermosas melodías, reforzadas con el talento de un intérprete de voz subyugante y una expresividad escénica de primerísima calidad. Mucho más todavía cuando quien las canta está avalado por la fama, su constancia en los medios de comunicación y ni qué decir de una creciente cuenta bancaria. Es por ello que, a sabiendas de quedar como petulante, me arriesgo a detallar un par de ideas.

“Eres mi vida, eres mi cielo”. Las palabras tienen energía y nos la transmiten cuando uno las recibe bajo los condicionamientos descritos antes. Más, si las recibimos en un estado emocional, ya sea de ira o tristeza, potenciado por algunos tragos de alcohol u otras sustancias o impresiones como crítica atmósfera social, miseria, etcétera. Las personas las perciben sin analizarlas y aun sabiendo que son malabarismos verbales para decir cosas delicadas, lindas, sentidas… lo que reciben y reconocen en su mente es que, la otra persona de su atención, “es la vida suya” –la de la persona que escucha la canción o el poema–. O piensa que, siendo tan grande el cielo pues su amor es tan grande, así que si lo pierde, si la otra persona no quiere más, la vida deja de tener sentido. Todos sabemos que los hospitales, las estaciones policíacas y las penitenciarías de todo el mundo, a diario, reciben decenas de casos relacionados con esta historia.

Nadie es tu vida, ni tu cielo, no hagas tu vida tan pobre ni tu cielo tan pequeño.

«…no puedo vivir sin ti».

Imagina que tu hijo o tu hija diga que no puede vivir sin esa otra persona que es su pareja. Que ya no quiera seguir viviendo, porque esa persona no quiera establecer o continuar tal relación. ¿Te sigue pareciendo que ese amor es maravilloso? ¿Te parece normalito que no pueda vivir sin esa otra persona que conoció hace poco y ya quiere suicidarse porque la deja o porque no quiere involucrarse en una relación?

Te digo más. ¿Te parece ser cosa de un gran amor eso de que otra persona se enamore de tu hijo o de tu hija, pensando en que no puede vivir sin uno de ellos? ¿Sabes cuántas personas han decidido matar a otra porque no le basta matarse ellas solas? Sin embargo, las personas cantan estas canciones en las fiestas familiares los días de cumpleaños, los días de enamorados, en los aniversarios de boda… delante de sus hijos, y sobrinos, delante de los hijos de sus amistades y ¡nadie se horroriza! Pero ¡qué viva el amor!

¿Es ese el tipo de amor que quieres que disfruten tus hijos y los hijos de tus hijos? ¡A ver! ¿Quiénes me dicen: yo? para entonces agruparnos acá todos en una esquinita y nos tiramos una foto, mientras gritamos: ¡Que viva el amor!

Lea más del diario de Eduardo N. Cordoví aquí.

Eduardo N. Cordovi

Nací y vivo en Lawton, La Habana, el 29 de octubre de 1950. Ceramista, pintor y tallas en madera. He publicado en diarios y revistas del país y en la revista peruana de circulación continental Menú Journal. La Editorial Oriente publicó en 1989 mi libro, Bebidas notables, publicado también por loslibrosdigitales.com junto con mi novela Conspiración en La Habana.